
Una petición lanzada por un empresario busca apoyos para proteger a los mercadillos “al estilo francés”, con sus frutas, verduras o quesos, inscribiéndolos en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Unesco, como sucedió con la baguete en 2022.
“Los mercadillos al estilo francés se distinguen por su variedad de productores, artesanos, comerciantes, por su material armonizado y una gestión muy estructurada. Son también lugares abiertos a todas las clases sociales, que fomentan el vínculo social y la proximidad”, argumenta a EFE Sébastien Bensidoun, el promotor de la petición.
Bensidoun, director de una empresa que gestiona mercados en París y en Estados Unidos, busca apoyos para blindar un tipo de comercio con orígenes en la Antigüedad que se popularizó desde la Edad Media. Sin embargo, cayó en una crisis existencial tras la irrupción de las grandes superficies en la década de los 50 del siglo XX.
El mercadillo de Daumesnil, en el distrito XII de París (sureste), es heredero de la tradición medieval. En torno al bulevar de Reuilly, los puestos de venta, uniformados con unos toldos de color rojo y blanco, se suceden: fruteros y verduleros, queseros, carniceros, pescaderos.
La clientela varía según el día de la semana. En Daumesnil, que se monta dos veces por semana, hay más jubilados los martes y más jóvenes y familias los viernes. El puesto familiar del frutero-verdulero Jimmy Spelle está estratégicamente situado en el inicio del mercado.
“Estamos aquí desde 1974, primero fueron mis abuelos, luego mis padres y ahora yo”, cuenta Spelle a EFE. El colorido punto de venta de Spelle, que en esta época del año casi invernal está teñido del naranja de las mandarinas, el rojo de las manzanas o el verde de las peras, tiene un trasiego notable a media mañana.
¿Por qué hay gente a la que le gusta todavía ir a los mercadillos? “Muy fácil, hay más convivencia, más relación con los comerciantes que, por ejemplo, en una gran superficie, en la que ni te miran a los ojos”, responde el frutero, quien se levanta a las 4 de la mañana para poder organizar la ida al mercado de abastos, el de Rungis (el mayor de Europa), y su regreso para descargar la mercancía.
Para Spelle, una designación de los mercadillos como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad serviría para atraer “a más gente” a este tipo de comercio.
De la misma opinión es su vecina de puesto, Benedicte Doyen, pescadera de un negocio familiar que va por la cuarta generación.
En declaraciones a EFE, Doyen ve esta eventual designación especialmente significativa en este momento debido a “la caída de los visitantes” de los mercadillos desde la crisis del covid. Cuenta que ha visto a “muchos parisinos” irse de la ciudad (una tendencia corroborada desde hace una década por los institutos de estadística).
“Afortunadamente tenemos a las personas mayores, que son las que vienen más. El desafío de los mercadillos es el de enganchar a los jóvenes”, estima la pescadera.
En comparación con los de otros países, una de las características de los franceses es la presencia de queserías, producto emblema galo.
Khaled Ben Slama es ejemplo del crisol de orígenes de los mercadillos. Es argelino y conoce al dedillo la tradición quesera francesa.
Mientras manipula una espátula con el queso líquido L’Aligot, se felicita de que, a pesar del aumento de los precios de la alimentación en los últimos años, todavía haya clientes dispuestos a rascarse el bolsillo.
“Todavía hay personas que tienen los medios de gastarse 50 euros en quesos”, constata Ben Slama.
Para que los mercados al aire libre sean declarados Patrimonio Inmaterial de la Unesco, Sébastien Bensidoun es consciente de que hay un camino largo. Una vez formado su comité científico, cuentan con presentar la iniciativa al Ministerio de Cultura de Francia.
Si Cultura la apoya protegiendo nacionalmente a los mercadillos, la propuesta será entonces analizada por un comité científico de la Unesco.
“Esperamos tener la distinción nacional de parte de Francia a principios de 2026”, señala Bensidoun. “Estoy seguro de que lo vamos a lograr (la protección de la Unesco) porque no hemos encontrado a nadie que no haya querido firmar la petición”, dice con entusiasmo.
Para el promotor de la iniciativa, la idea es que la candidatura francesa se haga extensible para que los mercadillos de todo el mundo puedan ser protegidos.
Una de las últimas tradiciones francesas que integró la prestigiosa lista de la Unesco fue la baguete, a finales de 2022. Antonio Torres del Cerro.