Usan la genética como herramienta para anticipar efectos de la alteración del clima

La genética puede ser la clave para saber de forma precisa cuál será el impacto del calentamiento global en el comportamiento de especies que habitan los bosques nublados, los cuales ocupan el uno por ciento del territorio nacional y se consideran en peligro de desaparecer en México.

Santiago Ramírez Barahona, del Instituto de Biología de la UNAM y titular de la propuesta de incluir genética en los modelos predictivos de estos sitios bajo cambio climático, añadió:

“Creo que la pregunta no es el futuro de la biodiversidad como tal, sino el futuro de los humanos con esa biodiversidad. Pensar en la evolución deja de lado que los humanos nos desarrollamos en un contexto específico y lo estamos alterando. Por ejemplo, piensa en las ciudades construidas alrededor de cuerpos de agua específicos, si cambias la dinámica del ciclo hidrológico probablemente va a ser una catástrofe esa civilización”.

De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) estos espacios, con pinos, magnolias, caudillos, helechos arborescentes y liquidámbar, además de su belleza son ambientes preferidos para sembrar café y prestan servicios importantes como la captura de agua y de carbono, regulan el clima y filtran contaminantes del aire, suelo y del vital líquido.

Sin embargo, enfrentan graves problemas como la tala clandestina, incendios forestales, desmonte para la agricultura, ganadería. Debido a su lenta regeneración son considerados prioridad de conservación por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).

“Se ha hablado que el 50 o 60 por ciento de la cobertura original de estos bosques ya desapareció y justo estamos tratando de entender cómo esto está afectando y va a afectar a las especies, a la salud de las poblaciones. No solo queremos tener un bosque con arbolitos, sino que su población sea saludable, capaz de adaptarse a nuevas condiciones, a huracanes y sequías, que si hay un año que llueve menos que no se muera todo”, expuso el especialista.

Para conocer el efecto del cambio climático en estos ambientes ricos y diversos, Ramírez Barahona propuso un proyecto enfocado en la predicción del cambio futuro, que incorpora la genética y las migraciones a lo largo del paisaje revisando 15 especies de plantas, entre las que destacan helechos arborescentes, varios tipos de epifitas, parásitas, aguacates, pinos y magnolias en Veracruz.

“Notamos que la mayoría de los estudios se enfocaban, primero, en los cambios en la distribución geográfica de las especies, y segundo en el proceso adaptativo y de selección natural, pero nosotros vimos que hay otras fuerzas que juegan papeles importantes a la hora de entender la dinámica de las poblaciones, por ejemplo el flujo génico y la frecuencia con la que las poblaciones intercambian genes”, expuso el doctor en Ciencias Biológicas.

Además de las amenazas como la deforestación, cambio de uso de suelo o los climas extremos, la presión humana “empuja” a las especies hacia la montaña, pues las tierras bajas se usan más para agricultura. Sin embargo, se presentan periodos amplios de sequía y el calentamiento la lleva a buscar sobrevivir en los valles, alterando las dinámicas del lugar.

Las evidencias hasta ahora, detalló el investigador, indican que varios de estos sitios transitan hacia un régimen más estacional, lo que impactará directamente a las que viven ahí porque no cualquiera puede estar seis meses sin agua.

Ramírez Barahona subrayó: “Lo que tratamos de entender es cómo van a cambiar estos bosques, no solo en conjunto sino individualmente, su variación genética, flujo, adaptación local, para tratar de tener un panorama más general y detallado del futuro de estos bosques que de por sí están ya bastante amenazados”.

El investigador de Genómica de poblaciones alertó que si no se cuida el medio ambiente y las especies animales y vegetales, la civilización como la conocemos no va a ser sostenible. Por ejemplo, hoy en día hay sequías que causan colapsos, o inundaciones que se llevan por completo capas de suelos fértiles. Hay que pensar que somos parte de este problema, no solo lo causamos.

Primer ejercicio

Para establecer la utilidad del modelo propuesto por el universitario, junto con Jonás A. Aguirre Liguori y Brandon S. Gaut, ambos de la Universidad de California, utilizaron poblaciones de teocintle en México, planta que dio origen al maíz, uno de los granos más importantes en el mundo.

Los resultados, presentados en la revista Nature Ecology and Evolution, muestran cómo la adaptación a condiciones ambientales varía entre poblaciones y evidencia cómo genotipos que predominan en tierras cálidas o en bajas se han intercambiado con el paso del tiempo y cómo esto va a cambiar con la variación del clima.

A partir de estas diferencias se puede decir que las poblaciones que están adaptadas localmente a ambientes más calurosos probablemente tendrán mejor oportunidad de sobrevivir, o habituarse al calentamiento global; mientras que las aclimatadas a tierras de mayor altitud o a otras condiciones, tal vez les va a costar más trabajo.

La razón de ejemplificar con esta especie es sencilla: si tienes una población adaptada a tierras frías, pero rodeada de aquellas que les gusta el calor y está en constante flujo génico, el resultado es que probablemente no le vaya a ir tan mal, dijo el investigador.

“También analizamos la migración, que es tratar de entender cómo las poblaciones van a moverse a lo largo del paisaje para ir siguiendo las condiciones climáticas que les gustan. A medida que va cambiando el clima las poblaciones se van desplazando poco a poco, subiendo la montaña, por ejemplo, o van migrando al norte, siguiendo las condiciones climáticas”, expresó.

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