Un par de veces al año, la catedral de la ciudad italiana de Siena (norte) retira la alfombra que protege y oculta su impresionante pavimento, un gran ‘puzle’ con decenas de ‘viñetas’ de piedra que narran historias, guerras y creencias ancestrales, ahora de nuevo visibles para sorpresa del visitante.
Desde lo alto de la Puerta del Cielo, un balcón interno bajo el rosetón de la catedral, el suelo parece estos días un gran cómic de mármol multicolor sobre el que caminan fieles y turistas alucinados con las imágenes que transcurren bajo sus pies.
Se trata de un momento excepcional pues el pavimento del templo permanece cubierto el resto del año por una tupida tela gris para su protección y solo se exhibe unos pocos días como estos.
“Caminar por encima puede dañarlo y por eso normalmente está cubierto. Ahora lo mostramos también para llevar a cabo alguna pequeña operación de mantenimiento”, explica a EFE el rector de este complejo catedralicio y museístico, Giovanni Minnucci.
En concreto, el firme permanecerá al descubierto hasta el 31 de julio y luego volverá a mostrarse tras el 18 de agosto, cuando haya pasado uno de los días en los que esta ciudad se abarrota con la histórica carrera de caballos del ‘Palio de la Asunción’.
Un tesoro bajo los pies
Siena, una apacible ciudad sobre una colina toscana declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995, parece un lugar de otro tiempo, repleta de palacios, torres, tradiciones y leyendas, como la que atribuye su fundación a los hijos de Remo, el hermano del primer rey de Roma.
Su catedral, erigida desde el siglo XIII en estilo gótico-románico corona la urbe, albergando entre sus muros un sinfín de joyas artísticas, frescos, libros u objetos litúrgicos, que dan fe del poder que acumuló durante el medievo y el Renacimiento.
Entre estas maravillas destacan la estatua de San Juan Bautista de Donatello, las figuras que Miguel Ángel esculpió para el altar del cardenal Enea Silvio Piccolini, a la postre papa Pío II, la María Magdalena y el San Girólamo de Bernini o las impresionantes pinturas de Pinturicchio en la biblioteca del complejo.
Sin embargo, todo este acervo ha quedado -casi- eclipsado estos días con el descubrimiento del propio suelo de la catedral, generalmente cubierto por una gigantesca alfombra.
Sus 1.300 metros cuadrados en forma de cruz están divididos en 56 ‘viñetas’ (‘Opus sectile’) con escenas de batallas inmemoriales, personajes bíblicos o alusiones filosóficas y hasta esotéricas recreadas con piezas encastradas de mármol rojo, blanco, negro o amarillo desde el remoto siglo XIV.
Camino por el Humanismo
“El pavimento de la catedral es un poco el espejo del Humanismo europeo”, sostiene Minnucci en la escalinata que lleva al templo, muy cerca del peldaño en el que, según otra leyenda popular, la santa y mística Catalina de Siena tropezó y se partió dos dientes.
Entre las imágenes, de sorprendente realismo y precisión, desfilan los nombres del Antiguo Testamento: Moisés, su sucesor Josué, el poderoso Sansón, Judit ajusticiando a Holofernes, el profeta Elías o las alegorías de la virtudes teologales.
Pero este “libro de piedra”, sostiene el rector, también evoca a la Antigüedad helénica pues tras la caída de Constantinopla en 1453 muchos pensadores orientales huyeron del turco llevando a Occidente las ideas platónicas o aristotélicas, apuntalando el Renacimiento.
Los ecos de Cristianismo se mezclaron entonces con leyendas del mundo grecoromano. Por ejemplo, en el pavimento de Siena aún viven las sibilas, profetisas en cuyos vaticinios alguien intuyó la llegada de Cristo, o Hermes Trismegisto, el poseedor del saber humano.
No muy lejos, Pinturicchio representó en 1505 la subida al ‘Monte de la Sabiduría’, mientras otras piezas revelan una intención política, como la ‘Matanza de los Inocentes’, que evoca la persecución de Herodes a los niños de Belén precisamente un año después de que los otomanos pasaran a cuchillo al puerto italiano de Otranto en 1480.
Pero, ¿cuándo y por qué se decidió esculpir todo este universo filosófico y religioso en un lugar como el suelo? Minnucci, profesor de Historia del Derecho Medieval en la Universidad de Siena, reconoce que nadie ha logrado comprender su origen o aclarar si se siguió un proyecto concreto.
Entretanto, cientos de fieles y turistas de todo el mundo se asombran con el panorama nada más cruzar el umbral del templo, captando con sus teléfonos a estos héroes y divinidades que los esperan petrificados en el tiempo para ofrecer, como apunta el rector, un “recorrido humano hacia la divinidad”, antes de volver a la oscuridad de tela que los esconde el resto del año.
Gonzalo Sánchez