¿La última gran diva?

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Parece cada vez más difícil ver leyendas de la industria del entretenimiento a nivel nacional; la prominente influencia de Hollywood, la caída en producciones audiovisuales de gran presupuesto en comparación con otras décadas y la alta competencia a nivel global hace difícil ver y apreciar el talento mexicano de la forma que, por ejemplo, el Cine de Oro en México logró darnos figuras consagradas de la pantalla grande (muchas que posteriormente brincarían a la televisión). Con tan dura y cada vez más desigual competencia en lo que a presupuestos y propuestas se refiere, es complicado imaginar que tengamos en próximos años exponentes del cine mexicano que no solo sean apreciados en otros países, sino en el nuestro. Porque a pesar de que tenemos figuras conocidas en el resto del mundo haciendo trabajos de gran valor y que son la cara de nuestro país a nivel actoral, de dirección, producción y más ámbitos (y de las cuales a título personal estoy orgulloso), como por ejemplo Diego y Gael; es cierto que no tenemos, una diva del cine mexicano en nuestros tiempos. Alguien que haga cine por y para los mexicanos con tal pasión y talento que sea determinado por consenso que es un referente y reflejo de nuestro país y sin que emerjan tampoco diferencias respecto a si dicho actor o actriz es alguien que me representa ante el
mundo.

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Con el reciente fallecimiento de Silvia Pinal, quien ha sido catalogada por los titulares de los últimos días como LA ÚLTIMA GRAN DIVA, estas incógnitas vinieron a mi mente. De hecho, no estaba plenamente consciente de que en verdad Doña Silvia es las pocas y últimas figuras que el cine de oro en México nos dejó; y si bien suelo siempre relacionarla con esta última etapa de su vida actoral como referente de la televisión, la enorme carrera de Silvia Pinal abarca proyectos tan importantes a nivel nacional como de proyección internacional. Tan solo con mencionar sus papeles en la trilogía del gran Luis Buñuel (y que creo que en México tenemos bastante infravalorado) que empieza con “Viridiana (1961)”; seguida de una gran obra del surrealismo, “El Ángel Exterminador (1962)” y concluyendo con la menos conocida, pero para nada menos impactante producción “Simón del desierto (1965)” donde podemos apreciar a esta primera actriz interpretando al mejor lucifer en la historia del séptimo arte en nuestro país. Todas estas grandes historias y referentes del cine más puro y de mayor calidad quedan del lado cuando tenemos mucho más al alcance sus trabajos con leyendas como Pedro Infante en “El inocente” de 1956 o “El Rey del Barrio” al lado de Germán Valdés “Tin Tan” a inicios de la década de los 50s, pero son todas muestra de la muy longeva y prodigiosa carrera de esta diva que quizá entrados los 90s se haya ensombrecido e incluso caricaturizado un poco para una nueva generación que se acostumbró a verla como la presentadora de esas historias desgarradoras que dejaron con pesadillas a más de uno hasta el día de hoy, guardando en una caja estos grandes títulos que realmente fueron el orgullo de una nación y la representación de su arte para el mundo. Una pionera además del teatro musical en nuestro país, a quien sin duda le debemos que hoy tengamos este tipo de producciones que, a cuenta gotas, pero aún se montan.

Y aunque, en nuestros días, la pantalla chica mexicana comienza a tener un mejor desempeño y calidad en producciones derivado muchas veces de la llegada de inversores de otros sitos que crean historias más cercanas a nosotros y con la solemnidad que la mayoría de las veces nuestras productoras no tienen; y que las producciones independientes de gran formato van paso a paso abriéndose camino en el mercado más convencional aunque batallando por un lugar de exhibición entre los estrenos mundiales que acaparan salas y las pocas cintas mexicanas mal hechas que siguen estando en las manos de unos cuantos y de los mismos los últimos años. Esta desigualdad de proyección y difusión deja muy claro que estamos muy lejos aún de tener representantes del pueblo y para el pueblo con trabajos que realmente puedan atrapar a un país entero, como suele ser en otros. No solo para unos cuantos, no solo para los que se informan de los estrenos de los que poco se habla en nuestros propios medios; no solo para los que están acostumbrados a un cine comercial de poco valor y de pena, sino para tener un fenómeno que nos haga ver de nuevo esa época de oro de la que al menos yo solo leo, pero no viví.

Y entonces, cuando me topo actores, directores, proyectos que valen la pena, pero no hacen ruido me pregunto ¿de quién es la culpa? ¿de los medios que no difunden porque no buscan ni se preocupan por estar al tanto? ¿de quienes no se esfuerzan lo suficiente por dar a conocer su trabajo de calidad? ¿de los privilegiados que no dan espacio más que para sus proyectos basura o de quienes estamos muy contentos consumiendo lo que no nos gusta ni nos hace bien, pero sin buscar algo mejor sabiendo que debe existir?

Larga vida al cine, y larga vida a su última Gran Diva en México.

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