
Durante 34 años de carrera el luchador mexicano ‘Tinieblas Jr.’ ha diseñado un protocolo de protección de su imagen que compara con las previsiones que tomaría un héroe de la pantalla.
“Trato de prevenirme como un superhéroe. Siempre tengo cerca de mí varias máscaras, en la guantera del carro, en una mochila, para que nunca se den cuenta de quién soy”, explica a EFE el hijo de ‘Tinieblas’, una de las principales leyendas de la lucha libre mexicana.
El Júnior aprendió desde pequeño que la máscara es lo más importante para un esteta en su país. El ejemplo se lo dio su padre, una figura del pancracio mexicano en la segunda mitad del siglo pasado.
‘Tinieblas Jr.’ recuerda que cinco calles antes de llegar a la arena, su papá se ponía la máscara, que no se quitaba ni en los vestuarios.
Además, al abandonar el recinto, tampoco solía quitarse la careta hasta que pasaran unos cinco minutos.
“Hasta estar lejos del lugar se la quitaba porque muchas personas tenían la costumbre de seguir al luchador para verle la cara. Era emocionante”, añadió.
El diseño de la máscara de ‘Tinieblas’ es uno de los más icónicos de la lucha libre mexicana por su estilo futurista, ya que no tiene los tradicionales orificios para los ojos, nariz y boca, en cambio tiene un triángulo de malla negra en el centro y es de color dorado.
También es una de las más apreciadas por coleccionistas alrededor del mundo porque no solo se ha hecho popular en los cuadriláteros, sino también en cómics, películas y la televisión.
Consciente del valor de la incógnita, ‘Tinieblas Jr.’ la protege como lo hizo su padre, ya retirado.
“Mi papá no quería que nos involucráramos en la lucha libre porque antes los viajes que hacía era por carreteras peligrosas y no por avión. Eso le preocupaba. Nosotros jugábamos con sus máscaras y botas, pero no sabíamos a lo que se dedicaba; lo supe hasta que tuve 10 años”.
En la primera cartelera que acompañó a su progenitor, el Júnior se enamoró de ese deporte por ver cómo antes de entrar a la arena los niños y otros aficionados se acercaban a su padre a pedirle autógrafos.
“Lo veo ponerse la máscara y me pregunto, ‘¿con quién estoy viviendo?’. Ya en la función veo cómo la gente se emociona, cómo mi papá es presentado con bombos y platillos. Fue un momento inolvidable y ahí me hice fan”.
Su papá no lo dejó dedicarse a la lucha libre hasta que empezó a estudiar diseño gráfico en la universidad. Fueron tres años y medio de preparación, tras lo cual lo dejó debutar, pero siempre con la petición de cuidar su incógnita, el legado más importante que le dio.
El hijo también se ha encargado de mantener vigente la marca de ‘Tinieblas’, con apariciones en la televisión y películas, además de vender la máscara en todo el mundo.
“Como se dice, los luchadores somos superhéroes de carne y hueso. Las máscaras son una tradición única que solo tiene la lucha libre de nuestro país, un folclor admirado en todo el mundo. Hay que respetar el misticismo de la doble personalidad”.
Aunque reconoció que los nuevos luchadores superan a los de antaño en mentalidad y preparación física, consideró que han perdido el respeto a la máscara.
Por eso él trata de aconsejarles de no quitarse la careta ni en el vestuario y a ponérsela antes de llegar a las arenas, como su padre le enseñó.
“Si ven que te cuidas de no revelar tu identidad, la gente te respeta más. Soy de los pocos, junto con otros como el Hijo del Santo, que mantienen esa tradición de no quitarse la máscara ni en los vestuarios, la primera enseñanza que me dio mi papá”, sentenció.