
Cada año, decenas de miles de jóvenes llegan a Puebla con maletas llenas de sueños, incertidumbre y esperanza. Vienen de todo México y del extranjero para estudiar en una ciudad que se ha consolidado como uno de los principales polos universitarios del país.
Hoy, más del 30 por ciento de los estudiantes universitarios en Puebla son foráneos —unos 70,000 jóvenes que han elegido esta ciudad para construir su futuro. Universidades como BUAP, UDLAP, Tec de Mty, Tec Milenio, Escuela de Enfermería Angelópolis, UVM, Trozmer, Anáhuac y UPAEP concentran una diversidad que enriquece nuestras aulas, calles y cafeterías.
Pero ser estudiante foráneo no es sencillo. Como padre de hijas que han estudiado fuera y como profesor universitario durante más de dos décadas, lo he vivido de cerca. Estudiar lejos de casa implica desafíos profundos que van más allá del aula.
El primero es el choque cultural. Llegar a una ciudad con ritmos, reglas y acentos distintos puede ser abrumador. Luego viene la soledad, esa sensación silenciosa que aparece cuando falta la familia, los amigos, la comida de casa. A eso se suma el estrés académico, que no perdona, y la necesidad de una gestión financiera inteligente para sobrevivir lejos de papá y mamá. Finalmente, está el reto de la seguridad personal, especialmente en zonas poco conocidas.
¿Qué podemos hacer como ciudad? Mucho. Para que Puebla sea verdaderamente hospitalaria con sus estudiantes foráneos, necesitamos:
Y aquí es donde, como sector empresarial, podemos marcar una gran diferencia. Con acciones concretas como estas:
Los estudiantes foráneos no solo consumen; también contribuyen. Le dan vida a esta ciudad, la hacen vibrante y plural. Merecen sentirse bienvenidos.
Convertir a Puebla en una ciudad que abrace a quienes vienen a estudiar aquí no es solo un acto de hospitalidad. Es una inversión en el futuro.