Contenido, consumismo y violencia de género

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El 2025 inició dándonos una de la series que más abrió debate en los últimos tiempos, “Adolescencia” de Netflix, proyecto del que en su momento escribí en este espacio y que nos permitió dimensionar un poco y una vez más, como el machismo, la misoginia y la violencia de género (por mencionar algunas problemáticas sociales), no solo no desaparecen de nuestro entorno, sino que se mantienen a plena vista; creciendo en discursos de odio más potentes en lugares que no vemos pero que parecen estar entre nosotros, y que los adolescentes pueden ser partícipes de este discurso al igual que los adultos. Igualmente, durante este mismo año hemos visto otro debate con la prohibición de los corridos que hacen alusión y glorifican al narcotráfico o el CO, algo que aqueja diariamente a nuestro país y que, mientras algunos califican como un acto de privación a la libertad de expresión otros consideran que es la medida justa para “terminar con este problema de violencia”.

La violencia, el crimen, y el odio son discursos y situaciones que parecen rebasarnos como sociedad cada día, la mayoría de nosotros estamos cansados del contenido que enaltece al crimen y deja como héroes a sus cabezas, pero ¿es en verdad la prohibición y estas medidas de verdadera ayuda? Hace unos días me enteraba por un colega que mientras muchos cantamos victoria porque por fin dejaremos de escuchar los famosos corridos tumbados que insistimos en su discurso violento y que cosifica a la mujer, este mismo ya permea y estelariza las letras del “trap” (género que predomina actualmente en las listas de popularidad y, aunque inició como uno de protesta y reclamo social, ha ido cambiando su narrativa, y muchos aun confunden con reguetón). Por otro lado, mientras desbordamos nuestro odio en un género musical o dos que insistimos son los culpables, una lucha por la prohibición de un videojuego de alto contenido de violencia sexual en contra de las mujeres irrumpe en toda Europa y Australia, mismo que trata sobre castigar a las mujeres de la propia familia del jugador, como una especie de venganza y juicio social a la infidelidad femenina y en favor de la dignidad familiar (mediante el castigo violento); parece un
producto que da justo en la llaga de los famosos grupos “incels” que tanta relevancia empezaron a tener.

Y a la par de estos hechos desagradables, tenemos el asesinato de una influencer de Guadalajara hace solo unos días durante un live realizado por ella misma, hecho que quedó grabado y ha sido rápidamente difundido en redes en pro ganar likes y seguidores, usándolo como entretenimiento y justificando el morbo como justicia e información. Pero lo que más me ha sorprendido de este último hecho, ha sido la cantidad de comentarios desagradables de personas (principalmente hombres) respecto al acto y la victima; bromas justificadas como humor negro, mensajes de odio disfrazados de lecciones de moral, demeritación y cosificación del ser humano en cuestión como respuesta a sus propias acciones. No conozco a la influencer en cuestión ni tengo una idea del contenido que realizaba, mucho menos el proceder ni móvil de su fatal destino, pero la cantidad de comentarios en redes donde se cuestiona y justifica no solo su asesinato como una consecuencia de sus decisiones (lo cual es claro que tiene un por qué), sino que toma este ejemplo como una prueba más de muchos grupos de extrema derecha de que “el feminismo y la libertad de la mujer va en contra de las normas sociales” me deja atónito y vuelve a hacer que me cuestione, que tanto la desaprobación del contenido tienen verdaderamente un trasfondo en favor de la mujer.

Qué tanto como sociedad realmente somo victimas del contenido que vemos y no éste el reflejo de lo que somos; porque me parece que esta necesidad de culpar a lo que hay y hacerlo ajeno a nosotros, así como las medidas tomadas para resarcirlo, es como intentar tapar una fuga de agua con las manos. Lo que vemos, lo que escuchamos y consumimos, lo que se populariza es la prueba de lo que estamos pasando más que al revés; el odio y la violencia desmedida que percibimos como parte de los problemas sociales que vivimos, ciudadanos y de gobernabilidad, coaccionan nuestro día a día, pero nuestro juicio y percepción de las mismas vienen de nuestras creencias y valores; y por ello es muy importante tener presente como estamos viendo o juzgando los hechos que ocurren desde una perspectiva en favor de la igualdad y la libertad individual. Porque la complejidad de las situaciones que vivimos no solo debe atacarse con prohibición, requiere información y deconstrucción tan solo para poder diferenciar lo que como espectador y consumidor me atañe y lo que un verdadero problema social y criminal es.

Importante entender que lo que el arte reproduce es un eco de nuestros dilemas y problemas, un síntoma y no una enfermedad en sí. La enfermedad va hacia los actos y juicios nocivos que determinan una narrativa que reprime, violenta y normaliza esto mismo.

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