
El 18 de julio de 1996 el Tour también discurría por los Pirineos, la etapa también se auguraba de altos vuelos y nada hacía presagiar que un drama estaba a punto de producirse.
El italiano Fabio Casartelli, que acababa de cumplir 25 años y había sido campeón olímpico en Barcelona’92, sufría una dura caída junto a otros tres corredores, el francés Dante Rezze, el alemán Dirk Baldinger y su compatriota Giancarlo Perini, en una curva a la izquierda en el veloz descenso del Portet-d’Aspet.
Un incidente que casi pasó inadvertido, pero en el que se pudo ver la figura inerte de Casartelli en el suelo. Los otros tres implicados pudieron levantarse, pero el corredor del Motorola no.
Atendido de forma inmediata por los doctores del Tour en carrera, su cuerpo fue trasladado en coma a un hospital de Tarbes, donde nada pudo hacerse por reanimarlo.
Casartelli no llevaba casco, que no fue impuesto de forma obligatoria hasta ocho años más tarde, tras la muerte del kazajo Andrei Kivilev en la París-Niza.
El ciclista italiano falleció como consecuencia de un traumatismo craneal y de mandíbula, según el parte médico que emitió el hospital.
La noticia fue anunciada por circuito interno a los directores de los equipos, pero no a los ciclistas, que en aquella época todavía no llevaban el pinganillo.
Unas horas más tarde, el francés Richard Virenque atravesaba la meta de Cauterets en cabeza, levantando los brazos y con una gran celebración, ajeno al drama que se había producido.
Aquella decimoquinta etapa, que había comenzado en Saint-Girons, discurrió con normalidad y acabó con el español Miguel Induráin de nuevo vestido de amarillo.
A medida que los corredores ganaban la meta, su gesto se torcía cuando conocían el drama.
La de Casartelli era la primera muerte en el Tour de Francia desde la del británico Tom Simpson en las rampas del Mont Ventoux en 1967.
La etapa del día siguiente, con final en Pau, fue neutralizada en señal de duelo y la meta la cruzaron sus compañeros del Motorola abrazados en cabeza.
Entre ellos, el estadounidense Lance Armstrong ganó tres días más tarde en Limoges, una victoria que celebró levantando el índice al cielo para recordar a su compañero fallecido.