Las tres pobrezas de México

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En México, solemos pensar en la pobreza únicamente como una falta de dinero. Y sí, la pobreza económica es grave, persistente y muy visible. Pero hay otras pobrezas silenciosas que también lastiman profundamente a nuestra sociedad y que pocas veces reconocemos: la pobreza de tiempo y la pobreza de afecto.

Entenderlas no solo es un acto de empatía, sino una responsabilidad si queremos construir un país más justo y con oportunidades reales para todos.

1. Pobreza económica: la más evidente

La pobreza económica es la falta de recursos materiales mínimos para vivir con dignidad. En México, más del 36 por ciento de la población vive en situación de pobreza, según datos del Coneval.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Fomentar el emprendimiento inclusivo y la economía social.

Invertir en educación técnica y digital para las nuevas generaciones.

Apoyar políticas públicas que favorezcan el empleo digno y el desarrollo regional.

2. Pobreza de tiempo: la más ignorada

En un país donde la informalidad laboral y la doble jornada son la norma, millones de personas simplemente no tienen tiempo. Viven para trabajar y sobreviven en la prisa, sin espacio para descansar, aprender o convivir.

¿Cómo la combatimos?

Impulsando políticas de movilidad y ciudades compactas.

Promoviendo la corresponsabilidad de género en el hogar.

Valorando el tiempo personal y el descanso como parte del desarrollo integral.

3. Pobreza de afecto: la más silenciosa

Es la falta de vínculos emocionales, de contención y de relaciones humanas significativas. Es común en niñas, niños, adolescentes y personas mayores, pero también en adultos que viven en soledad emocional, aunque estén rodeados de gente.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Promover la salud mental como un derecho y no como un privilegio.

Revalorizar la convivencia, la escucha activa y los vínculos familiares.

Crear comunidades más humanas en escuelas, trabajos y barrios.

Estas tres pobrezas están conectadas. Muchas veces, la pobreza económica empuja a la pobreza de tiempo, y ambas debilitan los lazos afectivos. Pero también ocurre al revés: la falta de afecto o de tiempo puede limitar las posibilidades económicas de una persona.

Como emprendedores, empresarios, ciudadanos y personas comunes tenemos la responsabilidad de mirar más allá del dinero y construir entornos donde el desarrollo no se mida solo en cifras, sino también en bienestar, tiempo compartido y relaciones humanas sólidas.

Porque un país rico no es solo el que crece económicamente, sino el que cuida a su gente.

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