
Conocido por tener tatuado casi todo el cuerpo, Leandro de Souza sorprendió al reaparecer con el rostro casi limpio tras varias sesiones de láser. La diferencia es drástica: antes, su cara estaba cubierta por diseños oscuros que simulaban una calavera; ahora, se distinguen claramente sus cejas, facciones y expresiones. Las fotos del antes y después no tardaron en viralizarse.
Leandro asegura que atraviesa una etapa de transformación personal: dejó atrás excesos, se acercó a la fe y decidió priorizar a su familia y su futuro laboral. Reconoce que su antigua imagen le cerraba puertas y que llegó un momento en el que ya no se sentía cómodo viéndose al espejo. Aunque sigue respetando la cultura del tatuaje, recomienda no llevarlos al rostro por las complicaciones sociales y profesionales que generan.
La técnica consiste en sesiones de láser que fragmentan la tinta para que el cuerpo la vaya eliminando poco a poco. Es un procedimiento doloroso —más que tatuarse—, sobre todo en la cara, incluso aplicando anestesia local. Después de cada sesión se presentan inflamación y costras, por lo que se requiere cuidado médico y reposo.
Las últimas imágenes muestran un rostro mucho más despejado, con el tono de piel aclarándose de forma uniforme. Aunque algunas áreas siguen en recuperación, el progreso es evidente.
Hoy, Leandro comparte su camino en redes sociales con un mensaje claro: los cambios toman tiempo, pero valen la pena. Y su consejo, fruto de la experiencia: “piénsalo dos veces antes de tatuarte la cara”.