
En Puebla, el 2027 dejó de ser una fecha lejana. Hoy es un punto fijo en el radar político donde todos —absolutamente todos— están moviendo piezas, cuidando territorio, midiendo fuerzas y enviando señales. Pero detrás del ruido, existe una verdad que pocos reconocen en público: el poder real ya no está en la grilla, sino en el trabajo que se ve, se mide y se toca.
Mientras algunos actores siguen apostando al viejo manual del rumor y los acuerdos en lo oscurito, en Casa Aguayo se está escribiendo otro libreto. El gobernador ha dejado claro, desde su primer día, que las cercanías no se declaran: se demuestran con resultados. Y por eso, en el entorno del mandatario no sobreviven los simuladores. Sobreviven quienes entienden que la eficacia es la nueva lealtad.
Los grupos de poder que hoy se reacomodan alrededor del Ejecutivo no están definidos por apellidos, sino por capacidades. Se trata de perfiles que han logrado aterrizar proyectos, mantener gobernabilidad territorial y resolver conflictos que en administraciones pasadas se multiplicaban. Son cuadros que no necesitan la foto, porque traen consigo algo mucho más valioso: entregables.
Sutilmente, el 2027 ya los perfila. Son quienes han demostrado habilidad para construir consensos, quienes manejan estructuras sin escándalos, quienes sostienen operación política sin exhibicionismo, y quienes saben que las victorias no se tuitean: se construyen todos los días. No necesitan anunciar aspiraciones; el territorio, las comunidades, los liderazgos sectoriales y los números duros hablan por ellos.
En contraste, también están los que siguen creyendo que la grilla es la vía. Los que apuestan por la intriga, los que reparten culpas, los que se forman para la foto, los que piden sin haber demostrado. Ese sector existe, pero cada vez pesa menos. Porque este gobierno opera con una premisa implacable: donde hay resultados, hay futuro; donde hay ruido sin sustancia, hay fin de ciclo.
Puebla vive un momento de estabilidad que hacía años no se veía. Y quienes están cerca del gobernador no lo están por simpatía o cercanía afectiva, sino porque entienden la lógica del presente: trabajar genera poder; grillar desgasta, divide y retrasa. Incluso en los reacomodos más discretos, se nota la misma constante: los que cumplen crecen, los que fallan se rezagan, y los que especulan se diluyen.
Rumbo a 2027, los grupos del poder en Puebla se agrupan alrededor de una sola certeza: el proyecto que se construye desde el gobierno tiene rumbo y, sobre todo, tiene resultados que defender. En esa ruta, los perfiles con disciplina, experiencia territorial, visión técnica y capacidad de operación serán los que avancen.
Porque la política cambió. Las señales que hoy manda el gobierno son claras:
menos grilla, más obra; menos ruido, más resultados; menos nombres, más hechos.
Y al final, en 2027, esos hechos serán los que definan quién realmente estaba listo para gobernar… y quién solo estuvo haciendo ruido.