
El gobernador Alejandro Armenta ha anunciado muchos proyectos para el Polo de Desarrollo para el Bienestar. Pero hay dos que, por sí solos, podrían definir un sexenio entero. No necesitan adornos, ni fuegos artificiales, ni discursos triunfalistas. Se sostienen por su propia lógica: los Estudios Cinematográficos Puebla 5 de Mayo y el Gran Valle Puebla 5 de Mayo (Cola de Lagarto).
Si estos dos proyectos realmente se consolidan, Puebla no solo entraría en la conversación nacional: se metería de lleno en la economía global de la creatividad y la sostenibilidad, dos industrias que hoy mueven más capital que el petróleo, el turismo tradicional o incluso la manufactura ligera.
San José Chiapa fue, durante 15 años, un símbolo incómodo: la oportunidad industrial fallida. Pero Armenta entendió algo que sus predecesores no: el desarrollo ya no gira en torno a fábricas enormes, sino a ecosistemas económicos, a cadenas de valor que integran tecnología, cultura, servicios especializados y capital humano.
El Polo de Desarrollo para el Bienestar presume cifras que valen una portada:
• 20 mil millones de pesos en inversiones proyectadas
• 20 mil empleos directos
• 30 a 40 mil indirectos
• El primer Polo en el país con todos sus polígonos cubiertos por industria
Pero en ese inventario, hay dos gemas que brillan por encima del resto.
Estudios Cinematográficos Puebla 5 de Mayo: la industria del futuro ya llegó
Hablar de cine no es frivolidad. Es hablar de una industria que ha demostrado músculo económico real:
• La economía creativa global supera los 2.3 billones de dólares, según UNESCO.
• El streaming detonó un boom sin precedentes: en 2024 el gasto mundial en producción audiovisual rebasó los 240 mil millones de dólares.
• Cada película genera alrededor de 700 a 800 empleos temporales, entre técnicos, logística, servicios, transporte, catering y postproducción.
• Los estudios consolidados —como Pinewood en Londres o Raleigh en Nueva York— transformaron barrios enteros y detonaron clústers tecnológicos y de innovación.
Puebla, con su patrimonio arquitectónico, su diversidad geográfica y su creciente comunidad creativa, llevaba años esperando un ancla industrial.
Los Estudios Cinematográficos Puebla 5 de Mayo son, en esa lógica, más que un proyecto: son la posibilidad de convertir a la capital poblana en un centro audiovisual que atienda demanda nacional y producción internacional.
En un mundo donde las plataformas están hambrientas de contenido, donde México es el set favorito de Hollywood para producciones de presupuesto medio, y donde la relocalización creativa ya es tendencia, Puebla está levantando la mano en el momento exacto.
El segundo gran proyecto tiene menos reflectores, pero potencialmente más impacto estratégico: el Gran Valle Puebla 5 de Mayo, conocido como Cola de Lagarto.
¿Qué tiene de especial?
Que no es un campo, ni una fábrica, ni un parque industrial tradicional.
Es un proyecto que mezcla agroindustria de alto valor, tecnología agrícola, economía comunitaria y sostenibilidad. Exactamente lo que el mundo está exigiendo.
El mercado global de alimentos sostenibles crece a una tasa anual de 11%, más del doble que la agricultura convencional.
La agroindustria tecnificada —invernaderos, cultivo inteligente, transformación de alimentos, biotecnología aplicada— está desplazando a la vieja agricultura extensiva y es hoy uno de los sectores más buscados por inversionistas internacionales.
Cola de Lagarto puede convertirse en:
• Un centro agroalimentario de exportación
• Un polo de empleo rural calificado
• Una zona de innovación agrícola
• Un centro de turismo religioso de escala estatal y nacional
Y, sobre todo, en un motor de “riqueza comunitaria”, como insiste Armenta, que integre a productores, universidades, jóvenes técnicos y pequeñas cadenas de valor.
A diferencia de los mega-proyectos del pasado —esos que se hicieron con “milpa y moche” por delante—, aquí hay tres componentes que les dan viabilidad real: