El preso palestino A.H. relata cómo, en una prisión israelí, un soldado le desnudó e intentó introducirle una zanahoria en el ano mientras el resto de carceleros lo grababan, recoge un informe de la ONG israelí B’Tselem publicado poco después de que cinco militares fueran arrestados por sodomizar a un detenido hasta herirlo de gravedad en la polémica cárcel de Sde Teiman, sur de Israel.
“Nos registraron con un detector de metales. Nos forzaron a abrirnos de piernas y a sentarnos medio agachados. Entonces, empezaron a golpearnos en nuestras partes íntimas con el detector”, cuenta a B’Tselem Sami Khalili, que estuvo en la prisión de Ketziot, en el desierto del Négev, desde 2003.
Casos como los de A.H. o Khalili salieron a la luz mientras la detención de nueve soldados israelíes -sólo cinco continúan retenidos- por abusar sexualmente de un preso en Sde Teiman, también en el Négev, protagoniza tertulias y columnas de opinión en medios israelíes.
“En primer lugar, se lo merecen, es una gran venganza que tenemos que darles. En segundo lugar, tal vez sirva como disuasión”, decía el periodista Yehuda Schlesinger el miércoles en un debate de la popular cadena Channel 12 centrado en el caso, con ponentes a favor y en contra.
Palizas, pobres condiciones higiénicas, incomunicación, abusos sexuales o privación del alimento y el sueño fueron las condiciones que experimentaban diariamente los 55 presos entrevistados por B’Tselem, y cuya experiencia se define en el título del informe, extraído del saludo de un militar a un detenido a su llegada a esa prisión: “Bienvenidos al infierno”.
“Todo cambió el 7 de octubre”, explica a EFE por teléfono Qadura Fares, presidente de la Comisión de Asuntos de Prisioneros de la Autoridad Nacional Palestina.
A principios de julio la cifra de presos palestinos en las cárceles israelíes era de 9.623, casi el doble que antes del ataque de Hamás, que acabó con la vida de unos 1.200 israelíes.
El 18 de octubre el ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista y antiárabe Itamar Ben Gvir, declaró un “estado de emergencia penitenciaria” que permitía empeorar las condiciones en las cárceles con tal de absorber más detenidos “en respuesta a las necesidades de seguridad” del país.
Musa Aasi, de 58 años, relata cómo su primera comida diaria en prisión llegó a ser un kilo de arroz repartido entre 12 personas -unas tres cucharadas por cabeza-, mientras que la segunda y última consistía en 50 gramos de yogur y un pimiento entre ocho presos o “en algunos casos, un pepino entre dos”.
“Cuando un detenido de la celda de al lado pidió cambiar su yogur porque estaba caducado castigaron a toda su celda. Les echaron a los perros, les pegaron con porras”, recuerda el exprisionero Hisham Saleh.
Sde Teiman “no es un caso aislado”
La detención de los nueve soldados de Sde Teiman desató tanta conmoción como protestas ultras a favor de los militares en Israel, y se convirtió en un paradigma del abuso contra presos palestinos.
“Lo que pasa en Sde Teiman ocurre en todas las cárceles israelíes”, denuncia Fares, algo que los testimonios de B’Tselem corroboran.
Lo mismo denuncia el Club de Prisioneros Palestinos, que tras la difusión de un vídeo que muestra a un carcelero abusar sexualmente de un preso mientras el resto trata -sin éxito- de cubrirlo de las cámaras con escudos, aseguró que “queda probado cómo Israel ha documentado abusos de este tipo en todas las prisiones”, por lo que demandó una investigación internacional.
Según Fares, que este proceso contra varios soldados se esté produciendo de manera tan visible es parte de una estrategia del Gobierno de Benjamín Netanyahu para mostrar Sde Teiman como un caso aislado, ajeno a la política carcelaria israelí.
Ben Gvir, a cargo del sistema de prisiones, llegó a asegurar a principios de julio que su objetivo es “empeorar las condiciones” de los detenidos palestinos, y que “todo lo publicado sobre sus abominables condiciones” es cierto.
Abusos de los carceleros
A las protestas en defensa de los soldados detenidos acudieron militares cubiertos con pasamontañas que los medios identificaron como miembros de Keter (fuerza de reacción inicial), y que según B’Tselem opera en las prisiones de Ketziot y Ofer.
Los testimonios de la ONG apuntan a que estos enmascarados, con uniformes negros y ninguna identificación, están “fuertemente involucrados en la tortura y el abuso físico, psicológico y mental de los prisioneros desde el 7 de octubre”.
Al ser “imposibles de identificar” y tener conocimiento de que sus acciones no tienen consecuencias, recurren a una violencia desmedida contra los prisioneros palestinos.
Paula Bernabéu