Adán Augusto: el senador que prefirió el fútbol al Estado

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La imagen habla por sí sola: mientras el secretario de Hacienda, Édgar Amador Zamora, comparecía en el Senado, Adán Augusto López Hernández estaba más entretenido viendo el partido Barcelona vs PSG que atendiendo la rendición de cuentas. Una escena que desató indignación en redes sociales y que sintetiza el desprecio que algunos políticos sienten por las instituciones que dicen defender.

El senador fue tundido en X y demás plataformas con calificativos que van de “una total falta de respeto” a “increíble descaro”. Y es que no hay forma de justificarlo: la tribuna legislativa no es palco VIP ni la curul un asiento de estadio. Es el lugar donde se supone que se discuten los grandes temas de México, no donde se hace zapping deportivo.

Pero la frivolidad de Adán Augusto no es un hecho aislado. A su espalda carga la sombra de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad en Tabasco durante su gestión como gobernador, recientemente detenido y acusado de encabezar la organización criminal “La Barredora”. López Hernández, lejos de deslindarse, insistió que no se arrepiente de haberlo nombrado. El político tabasqueño incluso soltó aquella frase lapidaria de que “a cada quien le llegará su capillita”, en tono de advertencia más que de reflexión.

A esto se suma el desgaste de su imagen pública: de presidenciable en 2023 a irrelevante en 2025. Su carrera parece no tener ya futuro, y tal vez por eso muestra tan poco interés en cumplir sus funciones legislativas. ¿Para qué esforzarse, si su ruta política se estrelló antes de llegar a la meta?

Lo que vimos esta semana no es solo un desliz: es un gesto de insensatez. Un senador atrapado en la mediocridad, incapaz de dimensionar lo que significa representar a millones de mexicanos, y que hoy prefiere refugiarse en el balón antes que en el debate. La política, para él, dejó de ser compromiso; ahora es ocio disfrazado de trabajo.

Y no es el único. La lista es larga: legisladores dormidos, ebrios, comiendo en plena sesión o jugando con el celular mientras se decide el rumbo del país. Pero lo de Adán Augusto cala hondo porque refleja la renuncia consciente a seguir siendo tomado en serio.

Quizá lo que vimos en la pantalla de su tablet es más que un partido: es la metáfora del último tiempo de un político que supo estar en la primera línea y hoy solo mira, desde la banca, cómo se juega un partido que ya no es suyo. Porque sí, Adán Augusto podrá tener fuero, podrá tener curul, pero lo que ya no tiene es credibilidad. Y esa, en política, es la derrota definitiva.

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