“Adán Augusto, el silencio que hace ruido”

Img 20230821 Wa0170

En política, callar también es hablar. Y Adán Augusto López está diciendo mucho con su mutismo. El escándalo que envuelve a su exjefe policiaco, Hernán Bermúdez Requena —alias El Comandante H—, tiene un tufo que ni con incienso de la 4T se puede disimular. Lo que empezó como un murmullo se ha convertido en una tormenta perfecta que amenaza con mojarle la camisa al senador más estoico del oficialismo.

Los senadores de Morena han salido en bloque a blindarlo. La dirigencia, en modo contención de daños, le ha retirado la alfombra a Requena y ahora lo barre con escoba nueva: suspensión de derechos, ficha roja de la Interpol, y pronto su expulsión del partido. ¿Pero quién lo arropó cuando era secretario de Seguridad en Tabasco? ¿Quién lo encumbró mientras La Barredora y el CJNG convertían el edén tabasqueño en zona de guerra?

Adán Augusto prefiere callar. Y lo hace con tal obstinación que ni Claudia Sheinbaum ha logrado sacarlo del mutismo. La presidenta ha sido políticamente correcta —esa especialidad de casa—: dice que no hay elementos, pero que la Fiscalía “tendría que ver si hay algo”. Traducción: que se hagan bolas allá abajo, mientras aquí arriba nos lavamos las manos con jabón institucional.

El problema para Morena no es solo el narcofuncionario prófugo, sino la comparación inevitable con Genaro García Luna. La oposición no pierde oportunidad de ponerlos en la misma balanza. Y aunque son contextos distintos, lo cierto es que cuando un alto mando de seguridad pública está ligado a un cártel, la sombra alcanza a quien lo nombró, lo sostuvo y lo presumió.

¿Es culpable Adán Augusto? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que tiene la obligación moral y política de dar la cara. Su silencio no es prudencia, es cálculo. No quiere debilitarse antes del reinicio de sesiones en septiembre. Sabe que ahí no podrá seguir escondido en la penumbra del escaño.

Mientras tanto, sus aliados repiten el guion de siempre: “especulaciones sin sustancia”, “ataques al proyecto transformador”, “estrategias de la derecha corrupta”. Frases que ya no emocionan ni a los bots. La ciudadanía no espera linchamientos, pero sí explicaciones. Porque si la 4T quiere mantener su narrativa de superioridad moral, no puede permitirse silencios selectivos cuando los charcos llegan hasta el cuello.

Y aunque hoy todo parece alinearse a su favor —la militancia cerrando filas, el Senado en modo tribuna de defensa y la dirigencia repartiendo culpas—, el 1 de septiembre se acaba la tregua. El Congreso lo obligará a hablar. Y cuando lo haga, más le vale que no sea tarde para explicar por qué un hombre acusado de trabajar con el narco fue su brazo derecho en seguridad pública.

Porque en política, el que calla… también otorga.


Sígueme en X como:
@angelamercadoo

En línea noticias 2024