Cónclave, religiosamente político y políticamente religioso

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Dicen que en la guerra y en el amor todo se vale y quizá eso también aplica para la religión y la política; 2 temas sensibles para la mayoría y que se entrelazan muy bien en esta historia que nos deja ver que, por más fe y buena voluntad, los intereses de algunos siempre serán el tema central en la historia de la mayoría.

Protagonizada por Ralph Fiennes en el papel del cardenal Thomas Lawrence, la cinta dirigida por Edward Berger y escrita por Peter Straughan (basada en la novela homónima de Robert Harris), nos narra como los juegos de poder son parte importante al momento de elegir un nuevo representante para tener el puesto del Santo Padre de la Iglesia Católica al tiempo que Lawrence (quien dirige todo lo relacionado con la votación) se entera, horas previas al inicio del claustro en el vaticano, que uno de los candidatos más fuertes al título había sido “presuntamente” despedido por el Papa horas antes de su muerte; lo que cambiará la jugada de muchos y un mar de secretos se irán revelando, con la intensión de ir eliminando del camino a los rivales cual tablero de ajedrez.

Una lucha que como es ya muy común en las historias de hoy en día, va más allá de buenos contra malos y se sitúa en esa gama de grises y de relativismos donde quizá el candidato más acertado sea el que menos le conviene al cónclave y es necesario revisar si es mejor la comodidad de unos cuantos o la guía adecuada para la mayoría; algo que poco tiene que ver con religión y fe, pero todo que ver con intereses políticos y de orden social.

Una impresionante narrativa que destaca por sus colores, fotografía, su dirección de cámaras y la obsesión de Berger por las formas geométricas presentes en todos lados y que denotan y exacerban aun más esa sensación de rigidez de los criterios en juego durante de toda la película y por supuesto comprendida por un talento más allá de todo como es el caso de (además de Fiennes), Stanley Tucci, John Lithgow, Lucian Msamati y un intrigante Carlos Diehz, mexicano que lleva una participación tan destacada como misteriosa y que si me lo preguntan, en 2 líneas representa más al pueblo mexicano de lo que otras cintas en cartelera sobre México jamás lo harán (ah no, esa aún no está en cartelera).

Quien diga que el vestuario no narra una historia tiene que ver este excelente trabajo que refuerza en colores y formas el discurso que con unas palabras se dice y con muchas otras no, como cuando se habla del pueblo y la fe en presuntuosos y ostentosos trajes que nada tienen que ver con la humildad que tanto se intenta predicar; o ese nada condesciéndete tono de rojo que predomina en la cinta acompañado de fríos verdes y grises que hacen aún menos humano lo que el relato presenta (o quizá sí, pero no en un sentido mundano). Me atrevería a decir que si tuviera que ver la obra sin diálogos sería igual o más impactante aun porque todo lo que “adorna” esta película pesa igual o más de lo que estos mismos (que son muy fuertes y determinantes) lo hacen. Sin duda alguna se justifica en todos los aspectos que la cinta sea una de las más nominadas de la temporada y justo hoy liderando las categorías a los BAFTA en el Reino Unido, sobre títulos como El Brutalista y Emilia Perez. Cónclave tiene a mi parecer un discurso sutilmente fuerte y finamente incómodo cuya fortaleza es el trabajo conjunto que se forma con la colaboración de actores, escritores, y todos los puntos creativos que conforman esta máquina para dar un relato que nos hace reflexionar mediante su discurso y que deja en cada uno la conclusión desde sus creencias más personales, en mi caso es ¿a quién está salvando la Iglesia en nuestros días?

Cónclave se encuentra ya en cines y es la apuesta más interesante y, además, con la representación más digna y real del mexicano e incluso de la comunidad LGBTQ+ de lo que otros trabajos lo predican, ya sabrán por que se los digo.

POR ANGEL SARMIENTO
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