
El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, cumple quince años a cargo de la mayor capital europea, a la que ha transformado por completo con grandes proyectos de transporte, una variada oferta cultural y una digitalización sin precedentes que han convertido a la urbe en un oasis en medio de la guerra con Ucrania.
“Saben, a menudo nos preguntan: ¿por qué Moscú se desarrolla a un ritmo tan rápido? (…) Somos la capital de un gran país, que debe ser fuerte, y tenemos la responsabilidad de garantizar que la capital de nuestra patria sea la mejor ciudad del mundo”, declaró recientemente Sobianin.
Este mismo lunes el funcionario nacido hace 67 años en una aldea de Janti-Mansisk (Siberia) anunció la construcción de más de 283 kilómetros de carreteras, 58 pasos peatonales tendidos y subterráneos, además de 47 puentes y otras infraestructuras en los próximos tres años.
La superlativa inversión en las infraestructuras de la ciudad contrasta con la falta de recursos en el resto de las regiones, con ciudades en las que incluso es imposible el acceso por carretera.
Pero el enorme desarrollo de Moscú que ha liderado Sobianin le ha permitido convertirse no sólo en la tierra de oportunidades y ascensor social para los rusos que emigran de otras regiones, sino también en una isla de paz en el que el impacto de la guerra de Ucrania es prácticamente imperceptible.
La gestión del anterior alcalde, Yuri Luzkhov, quien gobernó durante 18 años, caracterizó Moscú como caótica y saturada; repleta de coches estacionados por todas partes, ya sea en doble fila o en el arcén; por los infinitos atascos y vallas publicitarias que ocupaban la mayoría del paisaje urbano.
Sobianin, quien sabe muy bien delegar el trabajo en miembros de su competente equipo, apostó por el transporte público y desde entonces se inauguraron unas 70 nuevas estaciones de metro, y para 2030 esperan construir otra treintena.
En estos años también se revitalizó el uso del tranvía y el tren ligero, con un anillo ferroviario elevado que rodea Moscú (54 kilómetros), que permitió jubilar este año el monorraíl de Luzhkov (4,7 kilómetros).
Se peatonalizaron calles y avenidas del centro de la ciudad, y se implantó el estacionamiento de pago, mientras el paisaje de la ciudad se ha revitalizado con espacios verdes.
“Filtran el polvo y reducen el ruido en las calles de la ciudad. Las flores son una de las mejores maneras de hacer de la capital un lugar más amable y mejor”, señaló Sobianin cuando anunció que adornaría Moscú con 53 millones de flores este año.
Cuando la mayoría de ciudades rusas se llenaron de símbolos en apoyo a la invasión de Ucrania, Moscú, de más de 13 millones de habitantes, permanecía ajena al ruido exterior y hasta ahora las consecuencias de la guerra apenas se notan si no se atiende a las subidas de los precios.
La administración de Sobianin inundó Moscú con una oferta cultural inmensa, con programas y eventos que no dejan espacio en blanco en el calendario y donde todo merece una celebración: desde festivales para fomentar el consumo de pescado, hasta cine al aire libre.
La transformación digital también ha facilitado la logística y la burocracia de la urbe y los moscovitas ahora no se imaginan su vida sin poder pedir fácilmente su cita con el médico desde el móvil o pedir productos a domicilio a cualquier hora del día y la noche.
Sin embargo, la dirección de Sobianin sigue también la lógica absolutista de ‘todo para el pueblo, pero sin el pueblo’, y es que muchos expertos comparan las políticas en torno a la ciudad con el palo y la zanahoria.
“¿De verdad es necesario gastar dinero en constantes reparaciones de pavimentos y celebraciones? ¿O está de más? Esta generosidad permite a alguien del entorno de la alcaldía la oportunidad de ganar dinero. Por eso siguen haciéndolo”, comentó un politólogo que colabora con el Kremlin y al que cita la plataforma independiente Meduza.
Sobianin, hombre de pocas palabras que trata de aparecer en público lo menos posible, tiene el respaldo completo del Kremlin, a quien salvó de perder el gobierno de la ciudad más grande de Rusia en las elecciones municipales de 2013 contra el fallecido líder opositor Alexéi Navalni.
Aquellos comicios, ampliamente denunciados como fraudulentos por la mayoría de observadores, fueron seguidos por el endurecimiento de la censura y, desde la epidemia del coronavirus, la prohibición de celebrar actos públicos.
La ciudad, que en 15 años se ha convertido en una de las más seguras del mundo y que es constantemente grabada por miles de cámaras, cuida de sus ciudadanos tanto como les vigila.