El dolor de los compañeros de los periodistas asesinados en Gaza

"anas Era Un Icono": El Dolor De Los Compañeros De Los Periodistas Asesinados En Gaza

No queda nada de la carpa de prensa que ayer atacó el Ejército israelí, matando a seis informadores entre los que se encontraba Anas al Sharif, uno de los periodistas más conocidos de Gaza. Solo cientos de agujeros de metralla en un colchón polvoriento en el suelo, en un muro al fondo y sangre en la puerta de un coche que los periodistas gazatíes no alcanzaron a abrir.

“Anas al Sharif era un icono para nosotros, un icono del periodismo. Anas al Sharif nunca dejó ni por un instante de transmitir el dolor, el sufrimiento y las penas de la gente, y la verdad que la ocupación intenta borrar mediante el asesinato de periodistas”, explica a EFE el periodista Mohamed Qita.

El grupo de informadores se encontraba anoche en su tienda de campaña, junto al hospital Al Shifa, en la ciudad de Gaza, cuando ésta fue bombardeada por las fuerzas de Israel.

“Estábamos como de costumbre en la carpa de periodistas anoche, y de repente escuchamos un sonido, y estábamos en medio de la explosión”, dice Qita, que estaba en la tienda de al lado a la que se convirtió en sepultura para Al Sharif y sus compañeros.

Desde ahí, a menos de cuatro metros de la carpa, lo vio: “Vi cómo salía volando de la carpa, que estaba toda en llamas”, relata. Dio la voz de alarma y empezó a gritar “¡Anas, Anas!”.

En el ataque perecieron seis personas. Cinco trabajaban para Al Jazeera (los reporteros Anas al Sharif y Mohamed Qraiqea; los fotoperiodistas Ibrahim Zaher y Moamen Aliwa; y el asistente de fotoperiodista Mohamed Nofal). El sexto fallecido, que se confirmó este lunes tras sucumbir a sus heridas, fue Mohamed al Khalidi, de la plataforma digital Sahat.

Un sexto trabajador de Al Jazeera, Ahmad al Harazin, sobrevivió porque el bombardeo se produjo cuando había salido a por la cena, explica Qita.

Él mismo resultó herido superficialmente con metralla del ataque y sufrió quemaduras cuando intentó apagar el cuerpo en llamas de Qraiqea, que ya había muerto en la brutalidad del bombardeo.

“Este es el crimen más grave hacia periodistas palestinos. Esto obliga a la comunidad internacional a ofrecer la protección para el periodismo palestino”, denuncia a su vez Eid Firuani, del sindicato de periodistas palestinos.

La muerte de un icono

En los restos de la tienda atacada este lunes se han agrupado más de una decena de periodistas, de compañeros, cuyos rostros visibilizaban el dolor de las pérdidas.

Aunque Qita recuerda a su compañero como un icono, recuerda que a él le precedió el también asesinado Ismail al Ghoul.

También era un rostro muy conocido de Al Jazeera al que Israel mató el 31 de julio de 2024.

“Y alrededor de doscientos setenta periodistas de distintos ámbitos del trabajo periodístico”, recuerda, a la vez que hace una promesa: “Después de Anas habrá un millón de Anas”.

Israel ha admitido que mató a los periodistas en un bombardeo de precisión y aseguró que Al Sharif estaba vinculado a Hamás, presentando como pruebas dos documentos cuyo origen no detalló y que no pueden ser verificados.

“No tenemos armas, solo un micrófono”

Desde Gaza escuchan indignados las acusaciones sin creer que le acusen de manipular las imágenes de niños en hospitales muriendo de hambre: “Que vaya cualquiera de las instituciones internacionales, de las organizaciones de derechos humanos o de las instituciones médicas, y que hable de las cifras reales de niños que sufren desnutrición y hambruna; estas son las imágenes que la ocupación califica de falsificadas”.

“Somos los dueños de una causa justa, nosotros no tenemos armas, sino un micrófono y una cámara, informamos del sufrimiento de nuestro pueblo. (…) Nuestro único crimen es sacar una foto para que el mundo vea la injusticia de esta ocupación israelí”, lamenta Wadie Abu Saud, corresponsal de un canal yemení en Gaza, desde la zona donde asesinaron a su compañero.

Al Sharif vivía amenazado por sus reportes sobre a ofensiva israelí en Gaza, pero fueron sus imágenes llorando al informar sobre la hambruna las que le viralizaron. Las amenazas las sufría él, pero también su familia: su casa fue atacada y su padre asesinado.

“Si estas palabras mías les llegan, sepan que Israel ha logrado matarme y silenciar mi voz”, decía en su carta de despedida, escrita en abril pero que esperaba a ser publicada, precisamente, cuando falleciera.

“Hoy parece que quieren castigar a los periodistas palestinos por la gran cobertura que expone los crímenes de la ocupación en particular el crimen de la hambruna que ha permitido al mundo presionar a la ocupación israelí”, alega Firuani, quien considera que esto es solo un paso previo para apagar las voces que puedan narrar los planes próximos de Israel de expandirse a Gaza.

Qita coincide: “Creo que el asesinato de Anas y de Mohamed Qraiqea es una anticipación a la operación terrestre que la ocupación pretende llevar a cabo en la ciudad de Gaza. Esta operación estará acompañada de numerosos crímenes (…) y si no se exponen estos crímenes, si nosotros no los cubrimos, moriremos todos”.

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