
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en sus ansias de lograr el Nobel de la Paz, puede caer en la trampa del jefe del Kremlin, Vladímir Putin, que quiere aprovechar la cumbre de Alaska para plasmar en papel lo que no ha podido lograr en el campo de batalla.
“Por supuesto, los presidentes, sin lugar a dudas, se centrarán en discutir las opciones de lograr un arreglo pacífico y duradero para la crisis ucraniana”, dijo anoche Yuri Ushakov, asesor de Putin para política internacional.
Putin no visita Estados Unidos desde que se reuniera en 2015 en Nueva York con el entonces presidente, Barack Obama, tras su intervención en la ONU, que allanó el camino a la intervención militar rusa en Siria.
Los expertos independientes rusos temen que Putin vuelva a “embaucar” a Trump, como ya hiciera en su anterior cumbre en 2018 (Helsinki), y únicamente gane tiempo para seguir avanzando militarmente en Ucrania.
El Kremlin -que considera prácticamente una humillación que Putin se reúna con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski- abogó desde un principio por una cumbre bilateral al estilo de las que celebraron la Unión Soviética y Estados Unidos entre 1985 y 1988.
Al igual que hicieran entonces los líderes soviético Mijaíl Gorbachov y estadounidense Ronald Reagan, Putin no sólo quiere discutir el conflicto ucraniano, sino muchos otros asuntos internacionales y de seguridad estratégica.
De hecho, Gorbachov y Reagan firmaron en 1987 el tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance (INF), el primer acuerdo de desarme nuclear durante la Guerra Fría y que Moscú abandonó definitivamente esta misma semana.
Por eso, el Kremlin pareció encantado con la elección de Alaska, ya que, como argumentó Ushakov, Rusia y EE.UU. “son vecinos, tienen frontera común”.
“Es totalmente lógico que nuestra delegación vuele simplemente a través del estrecho de Béring y que precisamente en Alaska se celebre una cumbre tan importante y esperada entre los líderes de ambos países”, dijo.
Además, Ushakov subrayó que Rusia está interesada en que “el próximo encuentro entre los presidentes Putin y Trump tenga lugar en territorio ruso. La correspondiente invitación ya ha sido enviada”.
Según los expertos independientes rusos, Putin aceptó reunirse con Trump exclusivamente para evitar las sanciones de la Casa Blanca.
Mantienen que Putin volvió a “engañar” esta semana al emisario de la Casa Blanca, Steve Witkoff, con el que ya se reunió en cinco ocasiones sin ningún resultado, ya que las negociaciones con Ucrania en Estambul únicamente han resultado en canjes de prisioneros.
La cumbre tendrá lugar este viernes, pero eso no quiere decir que Putin vaya a renunciar a sus principales objetivos: reconocimiento de la anexión de cinco regiones; neutralidad y desmilitarización ucraniana; cese de la ayuda militar occidental a Kiev y nuevas elecciones para reemplazar a Zelenski.
El mensaje es que el conflicto ucraniano es “un asunto interno ruso” -de la victoria depende el futuro político y económico del régimen ruso- y que Occidente es el que tiene que convencer a Kiev de que acepte las condiciones del Kremlin.
Todos los analistas admiten que para Putin no existe ninguna diferencia entre los objetivos políticos y los fines militares, que se resumen en el repliegue incondicional de Ucrania.
Poco importa que el ejército ruso no haya podido tomar los principales bastiones ucranianos en el Donbás y que más del 25 % de Donetsk -unos 6.500 kilómetros cuadrados- aún esté bajo control de Kiev.
Mientras, Putin se sigue preparando para una guerra de desgaste: ha acelerado el reclutamiento de tropas para la creación de nuevas brigadas -los puestos de alistamiento han reaparecido en Moscú- e intensificado la fabricación de misiles y drones de asalto.
El secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, aseguró que Washington tiene ahora más claro “bajo qué condiciones Rusia estaría dispuesta a poner fin a la guerra” e incluso habló de “ejemplos concretos”.
Eso sí, subrayó que, “obviamente, los ucranianos tienen algo que decir” y admitió que para que haya paz ambos bandos tendrán que hacer “concesiones territoriales”.
Trump pareció ir más allá el viernes al asegurar que el futuro acuerdo de paz podría incluir un intercambio de territorios.
“Hablamos de un territorio disputado durante tres años y medio, con la muerte de muchos rusos y ucranianos. (…) Es complicado. Habrá intercambios de territorios para beneficio de ambos”, afirmó al presidir la firma de un histórico acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán.
No obstante, Zelenski advirtió anoche en su mensaje a la nación que no lo pondrá fácil: “No vamos a recompensar a Rusia por lo que ha perpetrado”.
“La respuesta a la cuestión territorial ucraniana ya está contenida en la Constitución de Ucrania (…) Los ucranianos no regalarán su territorio al ocupante”, subrayó.