El precio de la fama en Internet: Cuando cualquier acto es justificado por las vistas

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Por: Paul Cabrera

En la era digital, algunas personas se sienten obligadas a llevar a cabo acciones extremas y polémicas con el fin de llamar la atención del público en su búsqueda por obtener fama y reconocimiento en Internet. Un dilema ético y moral surge cuando tanto padres que exponen a sus hijos enfermos como personas autoinfligidas ponen en evidencia la búsqueda desesperada por conseguir visitas y seguidores.

Es alarmante la creciente tendencia en plataformas como YouTube y TikTok donde se observa a padres, especialmente madres, exponiendo de forma irresponsable a sus hijos que sufren enfermedades graves o condiciones médicas poco comunes. Frecuentemente, estos videos logran acumular millones de vistas y comentarios debido a que exhiben a niños en situaciones vulnerables; sin embargo, su naturaleza también genera cuestionamientos acerca de la explotación infantil y el respeto por su privacidad.

La adopción de un niño con necesidades especiales desde China fue documentada por la youtuber Micah Stauffer, siendo uno de los casos más notables. Durante años, el canal experimentó un crecimiento exponencial hasta que la familia anunció la controvertida “reubicación” del niño, lo cual generó una intensa polémica y encendidos debates sobre si es ético monetizar las vivencias de los hijos.

Un caso más de búsqueda exagerada de atención es el ejemplo de Nikocado Avocado, un youtuber famoso por sus videos de mukbang, en los cuales ingiere grandes cantidades de comida. Al principio, los videos de Nikocado eran bastante inocentes, pero a medida que pasa el tiempo, ha ido adoptando un enfoque cada vez más dañino, experimentando un aumento alarmante de peso y mostrando episodios de inestabilidad emocional.

Nikocado ha reconocido abiertamente que sus acciones y bienestar han empeorado debido a la presión de mantener e incrementar su público. A pesar de la preocupación por su bienestar, sus seguidores siguen viendo sus videos, generando así un ciclo negativo donde se autodestruye a sí mismo pero también recibe recompensas en forma de vistas y dinero.

Los desafíos virales son otra tendencia que ha llevado a muchas personas a poner en peligro su bienestar físico por breves momentos de notoriedad. Caso como el “Tide Pod Challenge”, en que los jóvenes comían cápsulas de detergente, o el desafío del “Skull Breaker” que resultó en múltiples lesiones graves, destacan la peligrosidad de sentir presión por participar en tendencias riesgosas.

En este fenómeno, las plataformas de redes sociales están adquiriendo cada vez más responsabilidad. A pesar de que algunas plataformas han adoptado medidas para reducir el contenido peligroso o explotador, en muchas ocasiones el algoritmo de recomendaciones favorece un contenido más sensacionalista y extremo, lo cual promueve comportamientos arriesgados.

No solo los creadores de contenido se ven afectados por la presión de conseguir vistas y seguidores, sino también los consumidores. El ser expuesto continuamente a contenido extremo puede llevar a que las audiencias se vuelvan insensibles y vean como normal comportamientos dañinos. Igualmente, los creadores podrían experimentar graves repercusiones en su salud mental, como la aparición de ansiedad, depresión y otros desórdenes derivados de la presión y el escrutinio del público.

Algunos han llegado a extremos peligrosos en la búsqueda de fama en Internet, poniendo en riesgo su salud, dignidad y ética con tal de obtener unos instantes de atención. Tanto las plataformas de redes sociales como los consumidores deben tomar en consideración el contenido que respaldan y difunden, a la vez que se establecen y respetan límites claros para salvaguardar la integridad y el bienestar de todos los implicados.

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