El teléfono negro

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El éxito de terror de 2021, El Teléfono Negro, basado en un relato corto de Joe Hill de 2005, brilló por su mezcla de terror tangible y sobrenatural, anclada en la escalofriante actuación de Ethan Hawke como “El Raptor”. Cuatro años después, llega a la cartelera de cines su secuela, “El Teléfono Negro 2”, y con ella la inevitable pregunta: ¿era realmente necesaria una nueva llamada?

La respuesta, según las primeras reacciones y la ejecución de la cinta, es un resonante “quizás no”.

Dirigida nuevamente por Scott Derrickson, la secuela nos sitúa años después de los eventos originales.

Finn, ahora un adolescente de 17 años, sigue lidiando con el trauma, mientras su hermana Gwen, de 15, asume en esta entrega el rol protagónico al comenzar a recibir llamadas en sus sueños a través del misterioso teléfono negro. Pero esta vez, el mal es distinto: El Raptor o “The Grabber (Hawke)”, de alguna forma, regresa para atormentarlos desde la tumba, enfocando su terror en tres niños acechados en un campamento de invierno.

Aquí es donde la secuela comienza a tambalear. La fuerza de la primera entrega residía en su anclaje en un miedo real: un secuestrador de niños, un horror humano y palpable, al que se añadía un elemento sobrenatural sutil y justificado (las llamadas de los fantasmas). El Teléfono Negro 2, en cambio, inclina la balanza hacia lo puramente sobrenatural, convirtiendo al Raptor en una especie de “poltergeist con patines” o, como algunos han señalado, bebiendo demasiado de la fuente de “Pesadilla en la calle del infierno” sin alcanzar su ingenio; contrastando tanto el estilo narrativo como la técnica visual de finales de los 70s de la primera parte, con esa atmosfera ochentera tan clásica de la segunda, misma en que se desarrollan importantes franquicias del slasher como la de Freddy Krueger.

Si bien la película es innegablemente ambiciosa, con una atmósfera inquietante y momentos visualmente potentes (especialmente las secuencias oníricas de Gwen, quien también se vuelve la salvadora en pro de los cambios en los discursos actuales respecto a los de hace 20 años), su necesidad de expandir el “universo” termina diluyendo el tono de terror original. “The Grabber” pierde esa amenaza visceral y silenciosa, esa maldad sin motivación personal que lo hacía tan aterrador. Al intentar darle una razón o justificación para perseguir a Finn, generando ese lazo más íntimo; o al hacerlo saltar entre el mundo de los sueños y la realidad sin reglas claras, el guion se siente forzado y, en ocasiones, plástico.

El reparto, con el regreso de Mason Thames como Finn y la excelente Madeleine McGraw como Gwen o hasta la adición de Damián Bichir, sigue siendo un punto fuerte; y la sola presencia de Ethan Hawke, aunque ahora su rol sea distinto, es suficiente para erizar la piel. Sin embargo, ni las actuaciones pueden salvar un guion que, en su afán por generar una franquicia, se aleja de la elegancia y la contención que distinguieron a su predecesora.

“El Teléfono Negro 2” es una película de terror satisfactoria para fanáticos, con suficiente suspenso y giros para mantener la atención, pero palidece en comparación con su origen. Es la prueba de que, a veces, las historias que funcionan mejor como piezas autocontenidas deberían dejarse así; ya que cuando el teléfono suena por segunda vez, la llamada se siente más como una obligación de Hollywood que como una urgencia creativa.

Si les gustó la primera cinta, pueden encontrar una experiencia entretenida, pero no esperen la misma genialidad. La secuela es más ruidosa y ambiciosa, pero tristemente, la llamada original era mucho más humanamente aterradora.

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