La ciudad italiana de Florencia (norte), famosa por su arte y patrimonio renacentista y que esta semana acogió la reunión del G7 de Turismo, busca crear una realidad turística más sostenible ante el impacto de la vorágine de visitantes en su centro histórico, donde la vida para la ciudadanía es cada vez más difícil.
“Tenemos 15 millones de visitantes al año, y suelen concentrarse en cinco kilómetros cuadrados, lo que genera una densidad turística muy alta” en el casco viejo, explica a EFE Jacopo Vicini, concejal de turismo de la urbe.
Vicini espera que el G7 de Turismo que concluyó este viernes en la ciudad sirva para afrontar un “reto” común para urbes que en Italia y Europa reciben una gran masa de turistas: el alza de los precios, el vaciado del centro de los habitantes locales y problemas de acceso a la vivienda por los alquileres turísticos en auge.
Algunos de los que sufren más esta realidad son los jóvenes de la ciudad, como Cosimo Barba, estudiante de Geografía de 28 años del céntrico barrio de San Frediano de Florencia. Según explica a EFE, recientemente se trasladó a un barrio a las afueras donde alquilar una habitación es más barato que en la zona donde nació y creció.
“Vivir en la ciudad es cada vez más complicado. No sólo por el impacto del turismo en la vida cotidiana y la convivencia urbana, sino porque los precios de los alquileres son altísimos”, dice Barba.
“Los réditos de los alquileres de corta duración han hecho que los precios aumenten y alquilar una habitación puede costar hasta 600 o 650 euros” y plataformas de oferta de alquiler de corta duración “han influido mucho” en el aumento de precios, asegura Vicini.
Ante ello, Florencia vetó hace un año los alquileres de poca duración en su centro histórico a través de plataformas como Airbnb o Booking, una medida que por ahora no se ha tomado en otras ciudades de Italia.
“El bloqueo está en vigor y es eficiente, ya que si las viviendas del centro histórico son para los turistas, luego es difícil para los vecinos, estudiantes o trabajadores acceder a ellas”, comenta el concejal.
Según alega Vinici, en la urbe ya hay más de 12.000 apartamentos en oferta a través de Airbnb, 9.000 de estos en el centro histórico.
El Ayuntamiento también anunció recientemente diez medidas para un turismo “más sostenible”, como la prohibición de colgar las cajas de llaves para los apartamentos de alquiler turísticos en las calles del centro o el veto de altavoces para los recorridos con turistas.
Sin embargo, para vecinos como Barba, el sector turístico está ya tan extendido que muchos se plantean “si vale la pena quedarse a vivir” en Florencia, al explicar que su propio barrio “se transformó para peor” a lo largo de los últimos años.
“Todo parece estar tomado por el turismo, ya no puedes hacer un trabajo ‘normal’. Acabas siendo camarero o limpiando apartamentos turísticos, con sueldos bajos. En el centro, hay zonas con hasta 300 restaurantes por kilómetro cuadrado”, critica este estudiante.
El concejal explica que los ayuntamientos necesitan que se les den más herramientas para gestionar la situación y que el Gobierno central adopte políticas más activas ante ello.
De hecho, el Ayuntamiento de Florencia -gobernado por Sara Funaro, alcaldesa del progresista Partido Demócrata- hizo esta semana esta demanda junto a los de Roma, Milán Venecia y Nápoles, las ciudades con más turistas de Italia y concentran el 25% del mercado turístico del país.
Con todo, para Vicini, se trata de buscar maneras de “encontrar un equilibrio” que combine mantener “la riqueza” que genera el turismo con la conservación de una realidad ciudadana y económica variada, aunque otros como Barba temen que sea demasiado tarde para ello.