
El abuelo de la familia, Hussein Abu Zeid, encendió la llama, pero fueron sus descendientes quienes hicieron realidad su último deseo: un acto de “caridad continua”, donando un terreno y algunos fondos para construir un ambulatorio que atienda a unas 29.000 personas de la humilde población de Al Aziziyah, en el Egipto rural.
“Mi padre había dejado dos terrenos para ser dedicados a un acto caritativo. Lo pidió antes de morir”, contó orgulloso a EFE su hijo, Hashem Abu Zeid, quien junto a su familia debatió cuál seria el servicio que más se podría necesitar en el pueblo, a unos 100 kilómetros al sur de El Cairo.
Finalmente, decidieron que lo más urgente era un servicio sanitario, por encima de otras opciones como una escuela o mezquita, aseguró Hashem, que además detalló que “el lugar más cercano para recibir tratamiento, dar a luz, tratar hemorragias o accidentes, está a quince kilómetros de distancia”, para lo que se tarda 45 minutos, ya que se tiene que ir andando o en coche por un camino de tierra.
El terreno donado, donde se ubicará el ambulatorio, se encuentra rodeado de otras edificaciones, algunas a medio hacer, en una carretera sin asfaltar, poco transitada, y cerca de campos de cultivo; precisamente, esta humilde localidad se caracteriza por dedicarse a la agricultura y la cerámica, y por sus residencias dispersas en varios núcleos urbanos.
Egipto tiene un sistema de salud débil, y en el que sólo se ofrecen 1,4 camas por cada mil personas (el promedio mundial es de 2,9 camas), informó Amnistía Internacional el año pasado.
En el país árabe la esperanza de vida son 69 años, por ello es especialmente relevante la atención primaria, además de que las primeras causas de muerte en el 2021 fueron problemas de salud detectables en ambulatorios, tales como la enfermedad cardíaca isquémica, el COVID-19 y los infartos, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
“El número de casos de diálisis es inmenso, hay numerosos problemas sanitarios, junto con el parto, o accidentes ya que estamos cerca de la carretera (empleada para el comercio y el turismo) y ocurre”, lamentó Hashem, que actualmente espera realizarse una operación de cataratas y que fantasea en tono sarcástico con hacérsela en el nuevo ambulatorio.
Quienes acudan a este ambulatorio tendrán que pagar una cantidad “simbólica” para ser atendidos, la cual irá destinada al funcionamiento del centro, explicó Hashem, refugiado del sol abrasador en un edificio colindante a las obras.
Para hacerlo posible, dos organizaciones humanitarias, la comunidad local y un despacho de arquitectura egipcio se entregaron para completar el proyecto.
La ONG danesa Re:arc se está encargando de financiar la construcción del edificio, el cual está tasado en 250.000 euros, y en el futuro se espera que la ONG egipcia Terous invierta una cantidad similar para equipar el ambulatorio con el material médico necesario y garantizar el funcionamiento y la sostenibilidad de la institución.
Re:arc propuso varias condiciones para financiar el proyecto, entre ellas que la edificación respondiese a las necesidades de los profesionales sanitarios y los ciudadanos y que contase con su opinión para contribuir al proyecto.
En este sentido, el ambulatorio contará con un área multiusos donde hacer charlas de concienciación, idea celebrada por uno de los donantes particulares (que prefirió mantenerse en el anonimato), que argumentó que la población en el área es muy desfavorecida y muchos no tienen ni los medios ni la información para nutrir correctamente a la infancia, la cual sufre de desarrollo tardío por esta razón.
Por otra parte, también apostilló, discretamente, que podría servir para impartir formaciones para prevenir la mutilación genital femenina, una práctica extendida por el pueblo y por vastas zonas de Egipto aunque prohibida desde 2008.
Según el director de operaciones del despacho egipcio de arquitectura Hand Over, Abdel Sabet, se espera que en tres meses se hayan completado los trabajos de edificación del ambulatorio, los cuales empezaron en febrero y que se basan en técnicas “ancestrales y sostenibles” mediante el uso de materiales locales, otra de las peticiones de Re:arc.
Los arquitectos tuvieron que defender fervientemente los métodos con los que querían construir la instalación, ya que los residentes se mostraban escépticos ante su modelo: hecho de tierra, cimentado con grandes piedras (extraídas a pocos kilómetros del lugar de construcción) y basando su aislamiento en el grueso de sus paredes.
“Estamos creando un espacio con impacto social, pero a la vez estamos muy concienciados con el medio ambiente”, aseguró la directora de Hand Over, Radwa Rostom.