Los hermanos Erik y Lyle Menéndez, mundialmente conocidos por el brutal asesinato de sus padres en 1989, no solo fueron el centro de atención por el atroz crimen, sino también por el manejo del dinero familiar tras la tragedia.
Su padre, José Menéndez, era un exitoso ejecutivo de la industria del entretenimiento, lo que le permitió acumular una considerable fortuna; sin embargo, después de la muerte de sus padres, los hermanos tomaron decisiones financieras cuestionables que llevaron a la pérdida de gran parte de ese dinero.
Tras el asesinato de José y Kitty Menéndez, Erik y Lyle comenzaron a gastar grandes cantidades de dinero de forma inmediata. Se estima que en los meses siguientes al asesinato, los hermanos gastaron alrededor de 700 mil dólares en diversos artículos de lujo y propiedades.
Estos gastos incluían automóviles caros, relojes de lujo y ropa de diseñador. Lyle, el mayor de los hermanos, gastó cerca de 90 mil dólares utilizando la tarjeta de crédito de su padre, lo que aumentó las sospechas de las autoridades sobre su posible implicación en los asesinatos.
Además de los gastos personales, Lyle Menéndez intentó invertir en un restaurante en Princeton, Nueva Jersey, un proyecto que fracasó rotundamente.
Para financiar esta inversión, su tío tuvo que conseguir un préstamo bancario, ya que los fondos familiares no eran suficientes para cubrir la totalidad del costo. También hubo intentos fallidos de comprar un ático de lujo en Nueva York, aunque este negocio nunca se concretó.
Uno de los mayores ejemplos de su derroche ocurrió cuando los hermanos decidieron mudarse al exclusivo Hotel Bel Air en Los Ángeles. Allí, vivieron en suites lujosas y utilizaron servicios de limusina y guardaespaldas para garantizar su seguridad.
Estos gastos, que ascendieron a 8 mil dólares mensuales, fueron pagados por la empresa de su padre, LIVE Entertainment, la cual asumió los costos debido a la incertidumbre sobre la herencia y la administración del dinero.
Con el tiempo, la familia Menéndez tuvo que deshacerse de varias propiedades, incluida la mansión en la que ocurrieron los asesinatos. La casa se vendió con pérdidas significativas, y el dinero obtenido se destinó a cubrir la hipoteca pendiente y los costos legales.
Además, otra propiedad de la familia que estaba en proceso de renovación también fue vendida, pero al igual que la mansión, se vendió por menos de su valor original.
A pesar de sus gastos desenfrenados, Erik y Lyle Menéndez no recibieron ninguna herencia significativa. Los informes señalan que, incluso si hubieran sido absueltos en el juicio, la mayor parte del dinero de la familia habría sido utilizada para pagar impuestos y costos legales.
El juicio por asesinato, que acaparó la atención mediática, resultó en condenas de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional para ambos hermanos. Los gastos legales fueron inmensos, lo que dejó poco o nada de la fortuna original.
En cuanto a su relación con producciones audiovisuales, aunque los hermanos Menéndez han sido el tema de varios documentales y series, no hay evidencia de que hayan recibido algún tipo de pago directo de plataformas como Netflix.
Aunque no estuvieron involucrados en la producción de la serie sobre su caso, sí participarán en entrevistas telefónicas para un documental relacionado.
En resumen, el dinero de los hermanos Menéndez se fue evaporando rápidamente debido a sus malos manejos financieros, los costosos gastos legales y las pérdidas en la venta de las propiedades familiares.
Crédito: Excelsior