
La más que probable caída del primer ministro francés, François Bayrou, y con él de su Gobierno en la moción de confianza que él mismo ha convocado el próximo lunes, obliga al presidente, Emmanuel Macron, a entrar en juego y optar entre buscar a un sustituto o convocar elecciones legislativas anticipadas.
El centrista Bayrou ha decidido someterse al voto de la Asamblea Nacional sobre la base de un proyecto de presupuestos para 2026 que anunció el 15 de julio y que contempla un ajuste de cerca de 44.000 millones de euros para reducir el déficit -tras el 5,8 % del producto interior bruto (PIB) de 2024 y el 5,4 % esperado en 2025-.
Su intención declarada era conseguir una mayoría parlamentaria sobre su diagnóstico de que la situación de las finanzas públicas es grave y necesita una corrección sin más dilación para evitar el descuelgue de la economía francesa y atajar el riesgo de una crisis de deuda a medio plazo.
Pero el mismo 25 de agosto en que convocó la moción de confianza, en un gesto que algunos han considerado un suicidio político, todos los partidos de la oposición, de la extrema derecha a la izquierda radical, pasando por los socialistas o los ecologistas, avanzaron que votarán en contra.
Desde entonces, todos se han negado a entrar a negociar como ha pretendido el primer ministro, al que han replicado que es demasiado tarde y que, de todas formas, tampoco muestra una disposición flexible con todas las condiciones que pone, además de hacerlo responsable en parte de la situación de las cuentas públicas.
La suma de las formaciones de oposición da una clara mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, de forma que el resultado de la votación del lunes está cantado, a menos de una sorpresa mayúscula por un giro de última hora.
Desautorizado por los diputados, Bayrou, que lleva en el cargo desde diciembre pasado, cuando sucedió al conservador Michel Barnier -que cayó en una moción de censura también por los presupuestos tras menos de tres meses de mandato- tendrá que presentar su dimisión, algo que puede ocurrir el mismo lunes o al día siguiente.
A partir de ahí, la Constitución dispone que es el jefe del Estado el que toma las riendas y sus opciones son básicamente dos, la primera es nombrar a un primer ministro o pedirle al cesante que siga en el cargo de forma provisional para mantener la estabilidad mientras se busca otro que pueda obtener la confianza de la Asamblea Nacional.
Teóricamente Macron podría designar a quien quiera, y no está atado para elegir a un miembro del partido con mayor representación en la cámara, pero al mismo tiempo como garante de la estabilidad debe buscar a una persona que, en este caso, debería ser susceptible de sacar adelante la que aparece como la principal urgencia, que es aprobar los presupuestos de 2026.
El fracaso de Bayrou parece dejar agotado el esquema que ha funcionado hasta ahora de un Gobierno sustentado en el centro y la derecha moderada, por lo que se abre una oportunidad para un gabinete que de alguna forma incluya a la izquierda moderada.
Los socialistas se han manifestado candidatos a participar en un Ejecutivo, pero a condición de que sea de izquierdas, y estarían dispuestos a negociar texto por texto con el resto de los partidos con representación parlamentaria.
La segunda opción es la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas, que fue lo que hizo Macron en junio de 2024 inmediatamente después de la bofetada que recibió con la victoria de la extrema derecha en los comicios europeos del 9 de ese mes.
El presidente justificó esa convocatoria sorpresa para “clarificar” la situación política, pero el resultado fue todo lo contrario, ya que la Asamblea Nacional que salió de esas elecciones fue una de las más fragmentadas y más polarizadas de la historia, con tres bloques casi idénticos e irreconciliables.
Una tercera opción sería la dimisión de Macron, algo que reclama de forma directa La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, y también de forma indirecta la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, que lo consideran el verdadero responsable de la situación política y económica del país.
Pero el presidente, que está en el Elíseo desde 2017 y fue reelegido en 2022 para un mandato que termina en mayo de 2027, ha dicho por activa y por pasiva que no tiene ninguna intención de renunciar.
Para tratar de ponerle presión, Mélenchon ha anunciado que su partido va a presentar una moción para destituir al jefe del Estado porque “si hay un responsable, es el presidente de la República”.
En palabras del líder de la izquierda radical, se trata de impedir que Macron nombre a otro primer ministro, que sabe que no será ni él ni ningún miembro de su partido. Esa moción no tiene ninguna posibilidad de prosperar.