
Este domingo se llevará a cabo un proceso inédito en la historia reciente del país: la elección de jueces del Poder Judicial. Como ciudadano, como ex-legislador y como presidente del Comité Directivo Estatal del PAN en Puebla, no puedo dejar de expresar una profunda preocupación por las condiciones en las que este ejercicio se está llevando a cabo.
La reforma que permitió esta elección fue aprobada con trampas, sobrerrepresentación legislativa y compra de conciencias de legisladores federales. El proceso está viciado de origen: ilegalidades, simulación democrática, manipulación política y posibles vínculos criminales que lo contaminan completamente.
Si bien el INE ha hecho un esfuerzo por cumplir con esta elección utilizando los recursos asignados, las limitaciones presupuestales, mismas que fueron impuestas desde el gobierno federal, obligaron a modificar el diseño y la operación del proceso. Esto ha derivado en un ejercicio que se aleja de los estándares democráticos conocidos en elecciones anteriores y que, además, excluye a una parte importante de la población: aquellas personas que no saben leer y que, por tanto, no pueden ejercer su voto de manera libre e informada.
He sido y seguiré siendo un firme defensor de la participación ciudadana, del Estado de derecho y de la división de poderes. Sin embargo, participar en un proceso que nació con fallas estructurales desde su origen, que tiene un sesgo político y una evidente intención de control sobre el Poder Judicial, no fortalece la democracia; al contrario, la debilita.
Por esas razones, entre muchas otras, no me presentaré a legitimar un proceso que socava nuestra República, atenta contra la autonomía judicial y solo busca la concentración de poder.
Ante este acontecimiento que marcará negativamente la historia de nuestro país, hago un llamado a reflexionar profundamente. El Poder Judicial no debe ser colonizado por la lógica electoral. Porque el voto no debe ser el vehículo para el avance autoritario. Y porque, hay momentos en los que alzar la voz, también es una forma de defender la democracia.
Desde mi responsabilidad como dirigente estatal, reitero mi compromiso con las instituciones, con las libertades, y con un México donde el equilibrio de poderes sea realidad.