
El Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo (Mucem) de Marsella expone una guillotina de 1872 conservada a iniciativa de Robert Badinter, en homenaje a este jurista francés que impulsó la abolición de la pena de muerte y que fue honrado recientemente con su entrada en el Panteón de los ilustres de París.
Construida por el artesano Alphonse-Léon Berger tras la Comuna de París, esta guillotina de madera de roble y metal, de 4,5 metros de altura y 800 kilos de peso, procedía de la prisión de La Santé, en París, y fue utilizada hasta el fin de las ejecuciones públicas.
En 1982, un año después de la aprobación de la ley que abolió la pena capital, Badinter, entonces ministro de Justicia, propuso incorporar dos guillotinas al inventario de los museos nacionales.
Con aquel gesto, en un contexto todavía marcado por el debate social, quiso preservar la memoria material de una práctica que Francia acababa de dejar atrás.
La máquina se encuentra dentro de la exposición permanente del Mucem, en la sección ‘Peuples en mouvements’, dedicada a las grandes transformaciones sociales del país.
Junto a objetos que recuerdan las huelgas obreras de 1936, las revueltas de 1968 o la legalización del matrimonio igualitario en 2013, la guillotina encarna el fin de un siglo y medio de ejecuciones.
La guillotina recuerda asimismo que la última ejecución en Francia tuvo lugar el 10 de septiembre de 1977 en Marsella, antes de que Badinter lograra que la Asamblea Nacional aprobara, el 9 de octubre de 1981, la ley que puso fin a la pena de muerte.
La ceremonia de entrada de Robert Badinter en el Panteón se celebró el pasado 9 de octubre en París, con la presencia de autoridades, familiares y destacados representantes de la vida política, jurídica y cultural francesa.
Durante el acto, se recordó su papel en la abolición de la pena de muerte en Francia y su defensa constante de los derechos humanos, así como su influencia en la memoria judicial y social del país.
El homenaje incluyó discursos oficiales, proyecciones de archivos históricos y una ofrenda simbólica ante la tumba de otros grandes personajes franceses, subrayando el valor de Badinter como figura de reconciliación y compromiso cívico.