
¿El monstruo nace o se hace?… La Historia de Ed Gein, el “carnicero” que dio paso al horror en cines como lo conocemos, pone este cuestionamiento sobre la mesa, así como confirma la obsesión en la cultura popular por los asesinos seriales.
La tercera entrega de la antología de Netflix, “Monstruo” (tras las dedicadas a Jeffrey Dahmer y los hermanos Menéndez), ha revivido la fascinación y el debate en torno a uno de los criminales más perturbadores de la historia estadounidense: Ed Gein, apodado el “Carnicero de Plainfield”. Esta temporada, protagonizada por Charlie Hunnam, no solo narra sus macabros actos, sino que también examina su impacto cultural, que moldeó el cine de terror moderno.
Edward Theodore Gein fue un asesino y profanador de tumbas de Wisconsin, Estados Unidos, cuyas acciones estremecieron a la sociedad en la década de 1950. A diferencia de otros asesinos seriales más prolíficos (como el mismo Dahmer), Gein solo fue condenado por dos asesinatos; sin embargo, fue el descubrimiento en su granja lo que lo catapultó a la infamia. La policía de Plainfield encontró que Gein había exhumado numerosos cadáveres de cementerios locales para crear “artefactos” domésticos: desde tazones hechos con cráneos o sillas tapizadas con piel humana, hasta un traje de mujer confeccionado con piel. Gein confesó que su motivación era el deseo de suplantar a su difunta madre, Augusta Gein. La serie justo explora la represión y el trauma que esta relación materna con la mujer de origen alemán profundamente religiosa le generó, así como la casi nula interacción con su padre, o con cualquier otro individuo.
“Monstruo: La Historia de Ed Gein” se toma considerables licencias creativas, mezclando esta tragedia real con un análisis meta sobre la obsesión de la cultura pop con el true crime. La serie sugiere o incluye más asesinatos atribuidos a Gein (como el de su hermano, Henry), aunque solo se confirmaron dos víctimas humanas y también dramatiza una relación sentimental con una mujer, elemento que se aleja de los testimonios históricos que lo describen como un hombre solitario. La historia también introduce personajes como Ilse Koch, figura simbólica que influye en la mente de Ed; el director Alfred Hitchcock y el actor Anthony Perkins (quien hizo el papel del icónico Norman Bates), para explorar cómo Gein se convirtió en la musa involuntaria del terror.
Y aunque la serie peca de desnudos innecesarios propios del gusto de Ryan Murphy, creador de esta antología, y que ha sido uno de los detractores en el buen recibimiento del proyecto por varios espectadores (incluyéndome, para el caso de las dos temporadas anteriores); en esta ocasión para mi gusto se cumple mucho mejor con el propósito real. La principal tesis de la serie es que Ed Gein se convirtió en el modelo del monstruo moderno del cine, inspirando directamente a Norman Bates (Psicosis, 1960), con su fijación patológica por su madre; Leatherface (La masacre de Texas, 1974), por el uso de la piel y Buffalo Bill (El silencio de los inocentes, 1991), por su deseo de usar “trajes” de piel femenina.
A pesar también de las críticas por su violencia gráfica y sus inexactitudes fácticas, la interpretación de Charlie Hunnam como Gein ha sido elogiada y en lo personal la encuentro fascinante; llevando a otro nivel el proyecto tras plasmar en su actuación la complejidad psicológica y la tragedia detrás del “Carnicero de Plainfield” (aun en contra de direcciones absurdas de sus creadores, como el manejo exagerando de su voz aguda), pero planteando de forma efectiva la principal interrogante: ¿el monstruo nace de la maldad, o de la locura y el trauma? En última instancia, “Monstruo” usa la historia de Gein como un oscuro espejo que refleja la fascinación de la sociedad por el horror y el origen de nuestros miedos más profundos.
Los 8 episodios de la serie se encuentran disponibles en Netflix y sin duda son un obligado para los
amantes del género, en este mes del terror.
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