
La tendencia por crear series y películas biográficas sobre estrellas del medio parece que no irá a ninguna parte pronto, y México no es la excepción. Si bien el género ya lleva bastante tiempo en nuestras pantallas, las plataformas insisten en seguir con estos contenidos; desde el drama, las biografías solemnes y las no autorizadas, hasta el género del asesinato tales como la serie de Paco Stanley, la de Joan Sebastián, Silvia Pinal, La Guzmán, Juan Gabriel o las muchas que hay de Vicente Fernández. En esta ocasión, la plataforma Max apuesta por contar la vida de una de las figuras más representativas de la comedia en México, Roberto Gómez Bolaños; cuya huella de su “legado” desde finales de los años 70, permanece marcando a nuestro país, para bien y para mal.
La serie biográfica “Chespirito: Sin querer queriendo” ha generado diversas opiniones por parte de la crítica y el público, y si bien no esperaba nada de ella, me ha sido sorpresivamente entretenida, más para nada innovadora. Y es que me resulta intrigante la forma en cómo se presenta a su protagonista desde los recuerdos de sus propios hijos, de quienes lleva mano este melodrama seriado, dentro de una algo sosa narrativa poética que romantiza la creación de la comedia que a últimas fechas hemos cuestionado por perpetuar estereotipos (al menos me incluyo yo en ese grupo); pero al mismo tiempo, espontáneamente mostrando a un hombre que se vende como fiel a sus ideas y principios al mismo tiempo que deja a la vista el narcicismo y egocentrismo que lo llevaron a tomar decisiones cuestionables.
Esta creación de Roberto Gómez Fernández, conocido productor de telenovelas y (por supuesto), hijo de Chespirito, lleva 5 episodios al momento en la plataforma y aunque ha tenido una discreta recepción ante otros proyectos mexicanos de la temporada, parecía una fuerte apuesta para el verano (una perspectiva realmente errónea teniendo en cuenta a un público que con el paso de los años se aleja más y más de empatizar con sus personajes), aunque no quita la relevancia histórica de su comedia para el país, como ya lo decía, más para mal que bien. Sin embargo, lo que puedo destacar de la serie es su estética visual, que representa bella aunque algo limitada, cada una de las décadas dentro de las que se desarrolla, principalmente de los años entre finales de los 60 hasta principios de los 80 y el tan pulido cast que lleva la trama; sobre todo Pablo Ruiz, que vaya me ha convencido como el propio Chespirito y por su puesto Andrea Noli, aunque al momento casi nada he visto de ella en pantalla, pero su caracterización de Angelines Fernández está hecha a la perfección.
Y aunque la historia refleja bien las etapas de vida y motivaciones que llevaron a Gómez Bolaños a convertirse en el creador de personajes que aún resuenan en el inconsciente colectivo como “El Chapulín Colorado” o “El Chavo del Ocho”, obra en la que centran las principales tensiones de la historia, la serie peca de repetir la misma fórmula que muchas biografías televisadas de su tipo replican; con saltos de tiempo excesivos que solo en la serie sobre la vida de Luis Miguel resultaban acertados, y que parecen más un intento de disfrazar o camuflajear la ausencia de un verdadero conflicto de inicio, más siendo una colección de recuerdos forzadamente romantizados sobre las adversidades de la vida diaria y fuentes de inspiración que tratan de conectar con la audiencia con la bandera de creer que todo es posible y luchar por tus sueños.
Sobre el cambio en los nombres de los personajes que representan a Florinda Meza o Carlos Villagrán para evitar demandas o juicios legales, no es de sorprender (pues además de ser un recurso de muchos proyectos del tipo), la misma Florinda intentó detener la salida de la serie por arremeter en contra de su comportamiento y conducta a lo cual comenta que todo han sido difamaciones y calumnias, e incluso pretendiendo mostrar su propia versión; pero la transmisión de la serie de Chespirito más que resonar por su temática, ha traído a la luz declaraciones pasadas que parecen fortalecer más lo que se presenta en el proyecto de Roberto Gómez Fernández, quien por cierto, me queda claro que guarda a su padre tanto admiración por su carrera como recelo y aversión por su situación como padre, al darnos a un Chespirito comprometido con su trabajo más que con su familia, mostrando entre líneas el hombre que fue sin querer queriendo.
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