
Bach, Mozart y hasta Chuck Berry navegan desde hace medio siglo en sondas por el cosmos. Que en esa banda sonora de la Humanidad falte ‘El Danubio Azul’, el vals de Strauss vinculado al universo por la película ‘2001-Una odisea del espacio’, es un error que va a solventarse ahora en un viaje que empieza en España.
La elegante y evocadora escena de la película de Stanley Kubrick, estrenada en 1968, con el compás de tres por cuatro de ‘El Danubio Azul’ de fondo, ha vinculado esa música para siempre con los viajes espaciales.
Por eso, no se entiende que la pieza no se incluyera entre las 27 que se grabaron, con mensajes y dibujos, en los discos que transportan las sondas Voyager 1 y Voyager 2, lanzadas al espacio en 1977 como embajada de la Humanidad para eventuales civilizaciones extraterrestres.
“No tenemos ni idea”, responde Norbert Kettner, director de la Oficina de Turismo de Viena, a la pregunta de EFE de por qué la obra de Strauss no se añadió a esa lista, que fue creada por un comité dirigido por el astrónomo y divulgador Carl Sagan.
El jefe de Turismo de Viena especula que quizás en aquel momento, nueve años después del estreno del filme de Kubrick, la pieza aún no había entrado en el imaginario colectivo que la vincula ahora con el espacio ultraterrestre.
“Himno del espacio”
“Desde hace muchos años existe el consenso de que ‘El Danubio Azul’ es el himno no oficial del espacio”, señaló Kettner en la presentación este lunes de un proyecto para solventar ese “error cósmico”, en el que colaboran su oficina, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Orquesta Sinfónica de Viena, dentro de los actos para celebrar el 200 aniversario del nacimiento de Johann Strauss, el ‘rey del Vals’.
Bajo el nombre ‘Vals hacia el espacio’, esta misión comenzará con un concierto el 31 de mayo, cuando se cumple el 50 aniversario del nacimiento oficial de la ESA.
Ese día, la Sinfónica de Viena -que celebra también aniversario, el 125 – interpretará desde el Museo de Artes Aplicadas un repertorio de piezas galácticas en el que se incluye ‘El Danubio Azul’.
A las 21.30 (20.30 GMT), los acordes de ese vals serán transmitidos en directo a la antena de espacio profundo que la ESA tiene en la localidad española de Cebreros (DSA2), a 77 kilómetros al este de Madrid.
25.000 millones de kilómetros
Desde esa estación, ubicada en la provincia de Ávila, las notas se convertirán en ondas electromagnéticas que se lanzarán al espacio a la velocidad de la luz.
Tan rápido irán, que 23 horas después habrán alcanzado a las sondas Voyager, que tras más de 47 años navegando están ya a casi 25.000 millones de kilómetros de La Tierra.
Tras ‘adelantarlas’, los acordes del vals seguirán viajando, en teoría, para siempre por el Universo.
El concierto se retransmitirá también en directo desde cerca de Times Square, en Nueva York; desde un conocido bar al aire libre en Viena; y desde la DSA 2 en Cebreros.
Esta estación es parte de la red de antenas de espacio profundo de que dispone la ESA, junto a las de Nueva Norcia, (Australia) y Marlargüe (Argentina).
La NASA ya tuvo hasta la década de 1980 una base en Cebreros para el seguimiento del programa Apollo de viajes tripulados a La Luna.
Proyecto europeo, antena española
Cualquiera de esas otras antenas habrían sido técnicamente factibles para este proyecto, pero al tratarse de un proyecto europeo, se decidió emplear la estación española, explicó a EFE Mehran Sarkarati, jefe de la División de Ingeniería de Estaciones Terrestres de la ESA.
Como parte de la campaña con la que Turismo de Viena promociona también el aniversario de Strauss, se ha diseñado un sistema para que el público pueda participar de ese viaje al espacio.
Así, un total de 13.743 personas, tantas como notas tiene el vals, podrán inscribirse para convertirse en “embajadores” de este proyecto a través de la página web space.vienna.info.
Más allá del vínculo creado por Kubrick entre ‘El Danubio Azul’ y el cosmos, la especial candencia del vals vienés transmite una sensación de ligereza y hasta ingravidez que encaja perfectamente en la idea de los viajes espaciales.
Y eso que, en su día, Kubrikc recibió críticas por usar una pieza clásica en una película futurista de ciencia-ficción.