
Los palacios reales de Neuschwanstein, Linderhof, Schachen y Herrenchiemsee, los “sueños construidos” de Luis II de Baviera, aspiran a ser incluidos en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, en base a la “fascinación persistente más allá de todas las fronteras culturales” que ejercen a 150 años de su creación.
Situados en el estado de Baviera (sur), cerca de la frontera con Austria, los cuatro son espectaculares y ubicados en parajes excepcionales, aunque el más conocido es el de Neuschwanstein, que sirvió de inspiración a Walt Disney para el castillo de ‘La bella durmiente’ (‘Sleeping Beauty’).
La propuesta presentada por la administración del estado federado de Baviera, que se analizará en la reunión de la Unesco que se inicia este domingo en París, destaca que los cuatro palacios están entre las obras arquitectónicas más conocidas de Alemania a nivel mundial.
Cuatro construcciones sin función estatal o política que no solo son el punto culminante de una tradición artística dominada por el espíritu de crear “mundos mejores y paraísos terrenales” a través del arte y la técnica, sino que constituyen a día de hoy “lugares de nostalgia” para personas que por un segundo pueden escapar a la vida cotidiana y evadirse a un mundo de ensueño, argumentan los bávaros.
Además, los ornamentados palacios, diseñados para el disfrute del observador, pueden verse como antecesores de los parques temáticos y de las producciones cinematográficas que se desarrollarían en el siglo siguiente, aseguran.
De ser seleccionados, los cuatro palacios se unirán a los diez lugares que ya son Patrimonio Mundial de la Unesco en Baviera, que incluyen desde unos restos de poblados prehistóricos hasta la barroca Ópera de Bayreuth, pasando por varios cascos antiguos medievales.
El más icónico de ellos, el de Neuschwanstein, fue uno de los primeros grandes proyectos de Luis II, que se inspiró en la visión romántica de la Edad Media y en el mundo de las leyendas a las que puso música su admirado Richard Wagner.
En la actualidad, recibe a casi un millón y medio de turistas al año, la mayoría extranjeros, muchos de ellos atraídos por su relación con Disney.
Linderhof, de estilo neorococó, fue el único de los palacios en los que Luis II llegó a residir realmente y la ‘Gruta de Venus’ erigida en su jardín destacó en su momento por avances tecnológicos inéditos, como la primera central energética del mundo.
Mientras que el palacete alpino de Schachen, con estética de chalet suizo de madera, está ubicado en lo alto del macizo de Wetterstein y ofrece una de las mejores vistas de los Alpes bávaros. Un lugar más sencillo pero no exento de ostentación -principalmente en el salón turco- y que era donde el rey celebraba, cada 25 de agosto, su compleaños.
El cuarto es el neobarroco Palacio Nuevo de Herrenchiemsee, inspirado en Versalles, monumento a la monarquía absoluta tan admirada por Luis II, aunque paradójicamente fue construido en una isla para funcionar como residencia privada.
El ‘Rey de los Cuentos de Hadas’
Según la administración bávara, el gran interés de los visitantes en los cuatro palacios y su frecuente presencia mediática están relacionados también con la figura del rey Luis II (1845-1886), conocido también como el ‘Rey Loco’ o ‘Rey de los Cuentos de Hadas’.
Apasionado mecenas de las artes desde una edad temprana y desinteresado de los asuntos militares, aún cuando Baviera se vio arrastrada a la guerra austro-prusiana, el monarca pasó la mayor parte de su reinado haciendo excursiones o retirado en uno de sus muchos palacios, mientras se comunicaba a través de mensajeros con sus ministros en Múnich.
De carácter romántico y espiritual, Luis II se fue alejando progresivamente de la realidad y de la vida pública, con proyectos cada vez más fantasiosos, hasta que en junio de 1886 fue declarado incapaz de gobernar debido a su trastornada personalidad.
Días más tarde pereció ahogado, en un aparente suicidio, en el Lago de Starnberg.