Tiempos de furia y manipulación

Copia De Portada 20251110 065141 0001


Hubo una época —la del 68— en que salir a las calles era un acto de dignidad y conciencia. Las marchas no eran moda ni espectáculo: eran grito y esperanza. Los jóvenes enfrentaban a un gobierno autoritario que respondía con bayonetas, pero también con miedo a una generación que se atrevió a pensar. Esa energía, aunque reprimida con sangre, sembró la semilla de libertades que hoy muchos disfrutan sin comprender su costo.
Pero los tiempos cambiaron, y con ellos, el sentido de la protesta. Hoy, en medio de la hiperconectividad y la sobreinformación, protestar se ha vuelto tan fácil como reenviar un tuit o bloquear una carretera por un rumor viral. La gente está más politizada, sí, pero también menos informada. Se opina sin contexto, se acusa sin pruebas y se condena sin reflexión. En esta era de furia digital, lo que importa no es la verdad, sino quién la grita primero.
Ejemplos sobran: cierres de autopistas por supuestas desapariciones que al final resultan falsos; intentos de linchamiento contra funcionarios que sólo cumplen su trabajo; grupos que fabrican enemigos para canalizar el enojo social. En ese caos, las redes sociales actúan como gasolina en un incendio: amplifican la indignación, pero nunca la razón.
Y detrás, como siempre, se esconden los titiriteros: intereses políticos, caudillos de ocasión, personajes que aprovechan la rabia colectiva para debilitar gobiernos o esconder sus propias miserias. Ahí está el caso de Xoxtla, donde un puñado de agitadores se disfraza de defensores del agua, cuando en realidad sólo buscan provocar y manipular.
Ahora, se anuncia una marcha nacional de la llamada “Generación Z” en contra de la presidenta Claudia Sheinbaum. Pero, ¿cuántos de esos jóvenes conocen de verdad lo que costó llegar hasta aquí? ¿Saben lo que fue vivir en un país donde la justicia era privilegio de los ricos y no derecho de todos? ¿O por qué una reforma judicial es más que un capricho, sino una necesidad histórica?
El problema no es que se proteste. Protestar sigue siendo un derecho sagrado. El problema es que protestamos sin entender, gritamos sin escuchar y exigimos sin pensar. La democracia no se defiende con consignas huecas ni con likes, sino con conciencia.
Hoy, más que nunca, urge recuperar el valor del pensamiento crítico. No todo lo que arde es revolución. A veces, sólo es fuego provocado por quienes quieren vernos quemar.
Sígueme en X como @AngelaMercadoO

En línea noticias 2024