Ucrania está de luto por las víctimas del bombardeo ruso a Járkov, que mató el viernes al menos a 6 personas e hirió a 97, incluidos 22 niños, en medio de la continua negativa de Estados Unidos y otros aliados a permitir ataques de largo alcance contra aeródromos rusos, necesarios para proteger las ciudades ucranianas contra los cientos de bombas aéreas guiadas que Rusia lanza cada semana.
Casi un centenar de edificios en cinco localidades de la ciudad de un millón de habitantes fueron alcanzados por las bombas de la aviación rusa, informaron el sábado las autoridades locales, mientras se sucedían los homenajes a las víctimas mezclados con la desesperación ante la reticencia de los aliados.
Una de las víctimas, una niña de 14 años cuyo padre había perdido la vida en combate en el frente, murió en un uno de los numerosos parques de la ciudad. Otras, entre ellas la artista Veronika Kozhushko, de 18 años, murieron a causa de la bomba que impactó e incendió su edificio de apartamentos de 12 plantas.
“Los rusos siguen destruyendo nuestro futuro. No hay explicación para esto. Y tampoco hay perdón”, escribió Sergiy Zhadan, un escritor popular que actualmente sirve en el ejército, mientras compartía un cuadro que Kozhushko le envió una hora antes de su muerte.
Las bombas rusas tenían mecanismos de guía, lo que significa que el lugar de su impacto no fue accidental, declaró el jefe de las administraciones regionales, Oleg Siniegubov.
Según él, las bombas apuntaban “exclusivamente a calles (residenciales), parques, lugares con grandes concentraciones de civiles y edificios residenciales”.
“Esto es terrorismo masivo, el asesinato de nuestra población civil”, subrayó.
Al igual que en decenas de ocasiones anteriores, las bombas guiadas fueron lanzadas desde territorio ruso, a unos 25 kilómetros de la frontera con Ucrania y a 60 kilómetros de la ciudad, reveló el fiscal general regional, Oleksandr Filchakov.
Los aviones rusos Su-34 disparan rutinariamente bombas gigantes, que pesan cientos de kilogramos contra Ucrania, mientras permanecen fuera del alcance de la mayoría de las defensas aéreas del país.
Los aviones operan desde decenas de aeródromos, donde también se almacenan las bombas, muchos de los cuales están dentro del alcance de misiles de largo alcance que podrían destruirlas y evitar nuevos bombardeos.
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, los aliados que suministran dichos misiles a Ucrania, hasta ahora niegan el permiso para atacarlos, por temor a la respuesta de Rusia y a una “escalada”.
“Es absurdo que Rusia utilice sus aeródromos para bombardear ciudades ucranianas y destruir nuestras infraestructuras críticas pero nosotros no podemos atacar esos aeródromos para protegernos”, subraya a EFE Oleksandr Merezhko, jefe de la comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento ucraniano y diputado del partido del presidente Volodimir Zelenskyi, “Servidor del Pueblo”.
Los propios drones de Ucrania han causado recientemente daños notables a algunos de los aeródromos, pero los misiles occidentales de largo alcance, especialmente los ATACMS (EE.UU.), resultarían mucho más eficientes si se suministraran en cantidades suficientes, sostienen los analistas militares.
Para Merezhko, la prohibición equivale a tener a Ucrania luchando “con las dos manos atadas a la espalda”.
“No podremos ganar la guerra mientras ésta se limite al territorio de Ucrania, el bando más débil en comparación con Rusia en esta guerra asimétrica, mientras no podamos responder plenamente a los ataques”, explica.
Algunos países europeos, incluidos Dinamarca y los Países Bajos, han permitido a Ucrania utilizar sus armas contra territorio ruso, siempre que lo haga de conformidad con el derecho internacional.
La decisión clave, sin embargo, recae en Estados Unidos, un proveedor clave de misiles de largo alcance y líder de los aliados.
A pesar de los numerosos pedidos de Ucrania, Washington hasta ahora se ha negado a cambiar su postura, insistiendo en que está dando al país invadido todo lo que necesita para protegerse de la agresión rusa.
“Los aviones rusos están mejor protegidos por las garantías occidentales que los ucranianos”, comentó con amargura esta semana el ministro de Asuntos Exteriores de Lituania, Gabrielius Landsbergis.