El protocolo de familia empresarial: una brújula para crecer en armonía

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En nuestras empresas familiares, solemos arrancar con mucha pasión, compromiso y una fuerte conexión emocional. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa cercanía puede ser también fuente de conflictos, malentendidos o decisiones poco claras. ¿Cómo logramos entonces mantener la unidad familiar y al mismo tiempo asegurar la profesionalización y sostenibilidad del negocio? La respuesta está en un instrumento poco usado pero clave; el protocolo de familia empresarial.

¿Por qué necesitamos un protocolo de familia?

Cuando una empresa familiar crece, no solo crece el negocio, también lo hace la familia, sus intereses, sus expectativas y sus complejidades. Sin un marco claro de reglas y acuerdos, corremos el riesgo de vernos atrapados en disputas personales, luchas de poder o decisiones impulsivas que pueden poner en riesgo lo que hemos construido.

El protocolo de familia no es un simple documento; es un acuerdo que construimos entre todos para ordenar la relación entre la familia, la propiedad y la empresa. Es, en esencia, un pacto que nos permite preservar la armonía familiar mientras fortalecemos el gobierno corporativo y damos rumbo al crecimiento sostenible.

¿Cómo se elabora un protocolo de familia?

No hay un único camino, pero sí buenas prácticas. Lo primero es entender que no se trata de imponer, sino de construir juntos. Por eso, el proceso debe ser participativo, transparente y, preferentemente, acompañado por un facilitador externo con experiencia en empresas familiares.

Durante su elaboración, conversamos a fondo sobre temas esenciales que muchas veces evitamos por incomodidad o miedo al conflicto: la sucesión, la entrada de nuevos familiares al negocio, la distribución de utilidades, el papel de la familia política, entre otros.

El objetivo es que todas las voces sean escuchadas y que lleguemos a consensos que reflejen nuestros valores, nuestra visión y nuestras expectativas a futuro.

¿Qué elementos debe incluir?

Cada protocolo debe adaptarse a la realidad de nuestra familia y empresa, pero hay ciertos elementos clave que vale la pena considerar:

Principios y valores compartidos: aquello que nos une y que queremos preservar como familia empresaria.

Misión de la familia respecto al negocio: ¿para qué queremos seguir siendo una empresa familiar?

Normas para la participación en la empresa: requisitos para que los familiares trabajen en el negocio, mecanismos de evaluación y desarrollo profesional.

Política de dividendos y reinversión: cómo se repartirán las utilidades y bajo qué criterios.

Sucesión y liderazgo: reglas claras para la transición generacional y el desarrollo de futuros líderes.

Órganos de gobierno familiar: como el consejo de familia o la asamblea familiar, que nos permiten mantener el diálogo y la toma de decisiones ordenada.

Mecanismos de resolución de conflictos: cómo resolver diferencias sin poner en riesgo la relación familiar ni el negocio.

Desde mi experiencia, hay algunas recomendaciones que pueden marcar la diferencia:

Comencemos temprano. No esperemos a que haya una crisis para hablar de estos temas. Cuanto antes iniciemos el diálogo, más fácil será construir acuerdos duraderos.

Involucremos a todos. Es fundamental que todas las generaciones y ramas de la familia estén representadas. La inclusión genera compromiso.

Seamos realistas. No se trata de crear un documento perfecto, sino de construir reglas viables, que podamos cumplir y revisar con el tiempo.

Démosle vida al protocolo. No basta con firmarlo y archivarlo. Debe ser una guía viva, revisada periódicamente y respaldada por una estructura formal que lo haga operable.

Un acto de amor y visión

Hacer un protocolo de familia es, en el fondo, un acto de amor y de visión. Amor por nuestra familia, al evitar conflictos innecesarios; y visión, al darle a nuestra empresa las herramientas para crecer con solidez y permanencia.

No se trata de controlar, sino de construir confianza. No se trata de imponer reglas, sino de generar acuerdos que nos permitan seguir caminando juntos, con claridad, respeto y propósito. Si queremos que nuestras empresas familiares trasciendan generaciones, el protocolo es una de las pistas más valiosas que podemos seguir.

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