
En San Miguel Xoxtla hay ruido, pero también hay rumbo.
Y mientras unos gritan para no perder privilegios, otros trabajan para recuperar el derecho más elemental: el agua.
Este jueves comenzó la construcción del nuevo pozo de agua potable, una obra que vale más que sus 16 millones de pesos de inversión estatal. Vale por lo que significa: justicia hidráulica para una comunidad que durante años fue usada como botín político, chantajeada por caciques de apellido repetido y manipulada por intereses que confunden liderazgo con capricho.
La joven alcaldesa Guadalupe Ortiz Pérez ha resistido embates, zancadillas y hasta intentos de sabotaje disfrazados de “protestas ciudadanas”. Pero a pesar del ruido, el agua empieza a correr con legalidad, respaldo técnico y el apoyo del Gobierno del Estado.
No se trata de una obra cualquiera. El pozo contará con una línea de conducción de seis pulgadas, 300 metros de tubería y un tanque elevado de 50 mil litros. No hay beneficio industrial ni truco político. Hay planeación, supervisión y propósito: que el agua llegue limpia, constante y segura a los hogares xoxtlenses.
Por eso incomoda. Porque cuando los proyectos dejan de ser negocio para unos cuantos, el escándalo es su último refugio.
Las mismas voces que hoy intentan frenar el desarrollo —La Regidora Aidee Pérez Marín, su esposo, su hermana, su tio exalcalde, y activistas oportunistas que además estan vinculados a proceso penal como Renato N, y Pascual Bermúdez Chantes— son las mismas personas que ayer se beneficiaron del desorden. Pero el municipio cambió. Hoy Xoxtla tiene reglamento interno, código de ética, transparencia y un gobierno que no se arrodilla ante las presiones.
Guadalupe Ortiz no sólo encabeza un ayuntamiento; encarna una nueva generación política que entiende el poder no como privilegio, sino como servicio. Ha aprendido que gobernar no es agradar a todos, sino sostener decisiones que incomodan pero construyen.
La sesión de Cabildo lo dejó claro: cinco votos a favor, tres en contra y una abstención ratificaron la continuidad de la obra. La mayoría quiere progreso, aunque unos pocos prefieran seguir cobrando el agua en efectivo.
Xoxtla no se rinde.
Y si algo queda claro tras este episodio, es que el futuro del municipio no está en manos de quienes bloquean calles, sino de quienes abren válvulas.
El agua empieza a fluir.
Y con ella, también la dignidad.
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