Conocimiento de una historia “no blanqueada” ayuda a combatir el racismo en México

A partir de la época de la conquista se impuso, en lo que ahora es nuestro país, una concepción que consideraba inferiores a las poblaciones indígena y afrodescendiente, mediante procesos políticos y culturales que estigmatizaban las relaciones interétnicas que producían diversos mestizajes considerados “castas”.

Esta situación en el siglo XVIII se expresa lingüísticamente como racismo, y al aparecer el concepto de “raza” con la Ilustración fue lo que permitió justificar procesos de dominación y explotación, afirmó Jesús María Serna Moreno.

El doctor en Estudios Latinoamericanos, académico de la Facultad de Filosofía y Letras e investigador jubilado del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, refirió que anteriormente se pensaba que el racismo existía en Estados Unidos y otras naciones, “pero no en nuestro país porque éramos una nación mestiza. Pero ahora sabemos que siempre hubo, y sigue habiendo, racismo y actos discriminatorios contra algunas poblaciones”, sobre todo las indígenas y las afrodescendientes.

El universitario ejemplificó que suceden casos en los cuales afromexicanos de la Costa Chica de Guerrero, al viajar dentro del territorio nacional, son obligados, debido al color de su piel, a descender de los autobuses para preguntarles de dónde son originarios; les exigen que canten el Himno Nacional de México porque se piensa que son migrantes que vienen de Honduras, Panamá o Haití.

Es penoso ese trato racista, que hace distinciones por la racialización de la apariencia física; pero sucede, hay constancia documentada de eso, aseguró el experto quien ha desarrollado el proyecto Interculturalidad y relaciones interétnicas entre los afrodescendientes y los indígenas de México y Nuestra América, en el CIALC.

Durante largo tiempo se dijo que México era una nación “mestiza” y con ello se invisibilizó la población indígena y a la afrodescendiente. Es decir, se tenía una noción “homogeneizante” de lo mexicano, y así se ocultaba nuestra diversidad étnica y cultural, que es rica y no tiene por qué avergonzarnos.

Al contrario, sostuvo, sabernos diversos étnica y culturalmente nos permite reconocer a fondo nuestra condición de mexicanos para conocernos mejor como país.

Serna Moreno mencionó que “poco a poco hemos encontrado en nuestras investigaciones que los mexicanos somos el producto de complejas relaciones interétnicas e interculturales que permitieron distintos mestizajes; uno de ellos, poco conocido, es el efectuado entre afrodescendientes e indígenas, al que se ha invisibilizado y “eso genera un problema de falsa percepción de nosotros mismos”.

Relaciones interétnicas

Lo afro, o “tercera raíz”, se ha diluido por varias razones: una de ellas es porque el grueso de la población africana llegó esclavizada durante los siglos XVI y XVII.

Otra es la concepción que en México se ha tenido de mestizaje; por lo general se piensa en lo indígena y lo español, y se dejan de lado otros, como el que se registra -hasta la actualidad- entre afrodescendientes e indígenas. “Es importante tener conciencia de que somos producto de ese complejo proceso y de que lo indígena y lo afro lo tenemos integrado, aunque no nos sea evidente”.

Si uno deja de lado “la historia blanqueada” que nos enseñaron, y profundiza en las diversidades étnicas y raciales que nos dieron origen como nación, entonces podemos comprender más que en nuestro pasado estuvieron indígenas y españoles, pero también los africanos subsaharianos. “Y esas tres grandes matrices etnorraciales o etnoculturales conforman nuestra población”, enfatizó.

Cifras del Censo de Población y Vivienda de 2020 indican que en México viven dos millones 576 mil 213 personas que se reconocen como afromexicanas; representan dos por ciento de la población total del país. Con base en los resultados del Cuestionario Ampliado del Censo, se estimó que, de acuerdo con su cultura, 23.2 millones de individuos de tres años y más se autoidentificaron como indígenas.

No podemos ver a esa población como absolutamente distinta a nosotros, recalcó el universitario. Sin embargo, como mexicanos pensamos que lo afro y lo indígena son “algo que está allá afuera, lejos de nosotros. De ahí la importancia del conocimiento profundo de la interculturalidad y las relaciones interétnicas; los rostros de esas poblaciones son los rostros de un mismo “nosotros” mexicano, que nos abarca a todos y que es expresión de esa diversidad.

Todos somos mexicanos

De indígenas y africanos nacieron mestizos que, entre otras denominaciones, se les aplicó la de pardos. La Iglesia católica española, recordó Serna Moreno, “no prohibía el casamiento entre esos grupos, pero trataban de evitarlo. Los españoles, por una estrategia de dominación, impedían que hubiera una unión entre indígenas y afrodescendientes porque tenían miedo de que se agruparan y se rebelaran en su contra.

Incluso, se creaban rivalidades entre ellos al poner de capataces a personas “negras” contra los indígenas, o al utilizar a estos para perseguir a los llamados “cimarrones negros”.

El universitario explicó: en Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Michoacán y Morelos, donde ambas poblaciones están presentes, le interesaba conocer qué es lo que piensan unos de otros. Encontró que, en ocasiones, “la imagen que se tiene de los afrodescendientes por parte de los indígenas es negativa; por lo que a veces las relaciones son de rivalidad y conflicto”. En otros sitios la convivencia es afable. El matrimonio entre una mujer indígena y un hombre afromexicano, por ejemplo, armoniza las relaciones en la comunidad, detalló Jesús María Serna.

Los censos históricos, rememoró, muestran que en numerosos lugares la mayoría de la población era afrodescendiente e indígena, y la minoría española. “Eso nos da idea de dónde venimos como pueblo, como mexicanos, y cómo los procesos culturales, étnicos, de mestizaje, fueron y siguen siendo muy diversos”.

Al final, todos somos mexicanos: indígenas, afrodescendientes, mestizos, incluso migrantes que han obtenido la nacionalidad; eso no nos iguala étnica ni culturalmente, ni hace mejores a algunos ni peores a los otros; sólo indica que somos diversos. Estos son procesos que debemos ver con satisfacción y conocerlos para entendernos más a nosotros mismos; nos ayudan a saber de dónde venimos y quienes somos. La identidad nacional no es una sola ni étnica, ni racial, ni culturalmente, sino que tiene diferentes formas de expresión.

Para Jesús María Serna “lo que es aún más importante, es justo que sepamos que el país se construyó gracias al esfuerzo de mestizos, españoles, de indígenas y afrodescendientes, pero los españoles, y por tanto los menos oscuros de piel, como sector dominante, sacaron provecho de lo creado por los otros sectores que jugaron el papel de subalternos”.

En México, agregó, tenemos una deuda histórica por haber dejado de lado, durante siglos, la existencia de los afrodescendientes como parte del conocimiento de nuestro pasado. “Ahora intentamos rectificar esa situación, y en eso estamos empeñados varios investigadores, principalmente, de las áreas de antropología, sociología e historia, que hacemos esfuerzos porque cambie esa mentalidad”.

No obstante, aunque relevantes, siguen siendo insuficientes, por lo que es necesario poner más atención en el tema como, por ejemplo, lo ha hecho la Universidad a través de su Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad, concluyó.

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