Perdidos en el pasado

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Hace unos días se estrenó en cines la precuela de la exitosa e icónica saga de películas, “La Profecía”, que definió parte del terror moderno (siempre imitado, jamás igualado), y que viene a ser un intento más de generar ganancias y si es posible, un éxito que logre atrapar al público como lo fue su material original. “La Primera Profecía (2024)”, dirigida por Arkasha Stevenson, nos narra a manera de origen la creación del Anticristo que conocimos como Damien a lo largo de las primeras cuatro películas realizadas entre mediados de los 70s y 80s y que tuvo un fallido reinicio ya en los 2000s, donde se modernizo un poco la historia original. Pero esta obsesión que tenemos por seguir y seguir narrando las historias que ya conocemos, y buscando arcos argumentales “interesantes” que contar ¿Son acaso una prueba de la falta de creatividad que ronda Hollywood y el mundo del cine y la televisión en general? ¿Llegamos al límite de lo conocido en cuanto lo que deseamos transmitir o solo es una salida fácil para hacer dinero a costa de la creatividad, jugando un poco con la nostalgia humana?
Y es que no solo vemos esto en el género de terror, donde vaya que hemos tenido una gran variedad de producciones hechas teniendo como base material tan antiguo como la creación del mismo cine. Está en la naturaleza humana esa necesidad de contar historias no solo nuevas, sino también de readaptar, de dar su propio sello y perspectiva al de otra persona. Lo vemos en el teatro, donde a pesar de contar una historia mil veces, cada director imprime su propia marca, su propia idea a lo que hace. Pero qué pasa cuando se abusa de esa misma idea una y otra vez; al menos en las últimas 2 décadas hemos sido testigos de cuanto ha crecido esta estrategia. El séptimo arte y la televisión han visto como una mina de oro el crear historias a partir de grandes eventos taquilleros o gigantes del entretenimiento. Lo vivimos al inicio del nuevo milenio con la llegada de los Episodio I, II Y III de “La Guerra de la Galaxias” que justo sirvieron como esa historia de origen que reavivó la locura por este hoy infinito universo y sirvió para llegar a nuevas generaciones que continuarían con ese legado ya tan impresionante; y una década después volverían una vez más a la pantalla grande con una trilogía nueva, esta vez siendo George Lucas y Lucas Film de la mano del ratón del dinero, Disney, con la finalidad de volver a… ¿cautivar a otra generación?
Además de los proyectos creados a la par como series animadas por ahí del 2003, esta última trilogía y otras películas y proyectos para televisión de los últimos años como “Han Solo” y “Obi-Wan Kenobi” ¿se sienten como una verdadera continuación del proyecto que cautivó a generaciones atrás? ¿Se siente como algo con vida propia, con alma? Si me lo preguntan, este frenesí por las secuelas, precuelas y todo lo que sea trabajar sobre material previo en los últimos años responde a, como lo expongo arriba, una necesidad de hacer dinero fácil (o creer eso) con el mínimo esfuerzo creativo y aprovechándose de la nostalgia humana y del público que, sobre todo en los últimos 20 años, vive en una completa añoranza por volver a los tiempos que consideramos felices, los tiempos que creemos eran mejores. No solo hablamos de salidas fáciles para la creatividad y la taquilla, es justo lo que ocurre cuando los grandes conglomerados crean franquicias mediante proyectos relevantes, queriendo sangrar hasta la última gota cualquier idea que denote un mínimo de fortuna; es cuando las corporaciones se vuelven carroñeros del éxito y buscan aprovechar hasta los huesos de eso que en algún momento tuvo vida y nosotros como espectadores nos volvemos presa fácil ante el cazador disfrazado de un viejo amigo, de un momento de felicidad.
Lo vemos en nuestro día a día, en la música, en la tv; la nostalgia y la necesidad de consumir algo conocido, al menos para quienes ahora estamos en nuestros treintas y cuarentas, parece un escape fácil (y muy poco satisfactorio) de nuestra vida actual. Es como tener una cita con un viejo amor que al final de la velada solo nos deja más tristes y vacíos que al inicio; y en lugar de abrazar el abanico de nuevas e inteligentes posibilidades, preferimos aferrarnos al amargo sabor de un sándwich caduco aun teniendo una nevera llena. ¿Tan triste es nuestra vida que una mala merienda conocida suena como lo más apetecible? ¿Salir con un espantoso ex es la opción más atractiva para un viernes por la noche?
Aclaro, además de ser un negocio seguro en su mayoría (al menos hasta hace unos años), la creación de precuelas, secuelas y más son algo que no tiene que ser malo, por el contrario, debería ser un deleite para los fans; pero cuando el dinero mueve el proyecto más que la creatividad no hay verdaderos motivos para continuarlo y al final el público aunque quiera, no evitará notarlo, porque igual que una prenda de Fast Fashion y una hamburguesa de Fast Food, cuando algo es de mala calidad no durará mucho o al poco tiempo te caerá mal, creo que podríamos considerarlo como Fast Movies.
Y mientras Disney se esfuerza y gasta en una nueva adaptación que nadie pidió y nadie quería de Blanca Nieves, Francis Ford Coppola, pone todo su capital en producir él sólo su propia película “Megalópolis” protagonizada por Adam Driver, y ahora se encuentra con que ninguna distribuidora quiera llevar su cinta a los cines, porque apostar a la nueva creación de uno de los directores más importantes del cine parece ser un negocio más arriesgado que distribuir una continuación más de otro fracaso de Marvel que ya también ha demostrado que su tiempo pasó.

POR ANGEL SARMIENTO
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