Ustedes como yo, crecieron y pasaron parte de su infancia viendo en algún momento caricaturas por televisión, o leyendo alguna historieta cómica, “Archie”, “Condorito” o “Superman” entre todo el gran repertorio de comics realizados desde hace más de 50 años por DC y Marvel; cuyas historias son la base del cine Superhéroes hasta el día de hoy para muchas de las cintas más taquilleras en los últimos años.
Pero llama mi atención que en muchas partes del mundo, y hablando por experiencia propia, en el
caso de México, aun cuando hemos tenido tantos años de gloriosas hostieras en el cine y en la pantalla chica, a nivel social seguimos viendo la animación como un género de cine para niños más que como una técnica narrativa, una categoría de arte visual. Y es que es tan común, aun en pleno 2024, que cuando alguien te recomienda una historia que está realizada mediante el uso de animación, la respuesta más común de una persona sea “ah, es para niños”; o que tal esos padres de familia que al día de hoy aún se quejan porque, ”en un canal para público más adulto”, “en un horario adulto”, están transmitiendo una caricatura que habla de temas que no son para un niño “porque es una caricatura por lo tanto solo pueden ser para niños”. Y la parte más curiosa de este fenómeno es que no es algo nuevo, es algo que hemos vivido de generación en generación en al menos 3 ocasiones.
La infravaloración de la animación como un recurso para contar historias, reduciéndola equivocadamente a un “género infantil” solo puede referir a la falta de seriedad y poco respeto social para esta técnica. No importa que cada año exista una categoría en los propios premios Oscar y muchas más ceremonias que premien la animación, la percepción en nuestro país (al menos del único que puedo hablar con certeza), sigue siendo lejana a su verdadera realidad; quizá sea que para nosotros la animación realizada a nivel televisivo y local es algo realmente ajeno, a diferencia por ejemplo de Japón, donde nace el Anime y las historias creadas por ellos forman en verdad parte de su propia cultura, esas que por años hemos visto, desde “Candy Candy” o los “Caballeros del Zodiaco” y que forman parte de la realidad social de dicho país mientras que para nosotros es un producto de entretenimiento infantil (es cierto, pero la animación no se limita solo a eso). La incursión y el uso de este recurso a recientes fechas por pate de Guillermo del Toro con su aclamada adaptación en “Slow Motion” de Pinocho de 2022 es quizá una de las historias más recientes que podemos considerar cercanas a nosotros por el hecho de ser un mexicano el creador y la
cabeza de tremendo proyecto, pero sigue sin ser algo a lo que le demos el peso necesario.
Quizá también la dura realidad que vivimos como país, sin importar la década en la que nos encontremos, hace que demos ese salto del niño que ama las caricaturas al adulto que pierde por completo la capacidad de empatizar, entender y conectar con una historia profunda por el hecho de no ser un rostro humano real el que lo está contando. Y si bien, a últimas fechas la seriedad y el trato que se le da a la animación ha avanzado mucho, así como el respeto para su público y creadores, su valor sigue siendo algo que no termina de entenderse para todos los mexicanos, lo que limita mucho la capacidad del espectador de ver un producto por el verdadero mensaje que lleva; por ejemplo, la gran lección que nos da la cinta española animada nominada al Oscar este año “Mi amigo Robot (Robot Dreams, 2023)”, hablando sobre el amor de una manera tan universal y profunda, la importancia de saber soltar y avanzar en la vida; o por el otro lado, la cruda y devastadora realidad (muy muy real) que nos muestra “X-MEN97 (Disney+, 2024), donde vemos como 3 décadas después de su serie original, los problemas de intolerancia, odio y discriminación siguen igual o peor que en 1992 cuando se estrenó el material original (y no estoy hablando de la trama).
La falta de apreciación y comprensión por la animación, sea un recurso narrativo para el sétimo arte, la televisión o las historietas es un gran desatino como público, y a diferencia de otros temas de los que he hablado donde siempre insisto no tiene que ser nuestra obligación saber, en este caso como espectador, consumidor y hasta padres de familia, vaya que es importante; entender que la animación es un recurso
narrativo que puede ir para todo público y por tanto no todos los títulos ser apropiados para un niño, “South Park” es el mejor ejemplo de eso y sobre todo, uno que hemos tenido toda la vida en nuestra nariz, “Los Simpson” que serían la sátira de animación más famosa quizá; nunca ha sido una caricatura para niños, que por más de 30 años la mayoría de nosotros no se hubiera siquiera puesto a analizarlo es distinto, pero es un completo acto de irresponsabilidad del consumidor, es como si alguien se quejara de no saber que no todas las bebidas del supermercado pueden ser aptas para todos los consumidores, porque por ello existen etiquetas y sentido común.
POR ANGEL SARMIENTO
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