El consumismo se ha convertido en un problema en verdad grave para la sociedad de nuestros días y es que a pesar de vivir en una crisis económica (como lo hemos hecho toda la vida), pasamos por una de las etapas donde el consumo humano es algo desmedido; será por la sobrepoblación en general o porque la situación del planeta a nivel recursos se encuentra en su más bajo que nos hace notarlo más, pero este consumo desmedido del hombre es en todo, si en todo; comida, ropa, teléfonos, joyas, todo tiene una alta demanda y curiosamente existen cada vez más opciones al alance de la mayoría que hace que sea más fácil obtener algo como lo que deseamos y por tanto la producción de todo se vuelve en masa, dando lugar así a cubrir más demanda. Es como una cadena interminable, como una escalera descendente que solo nos lleva a la total extinción. La demanda de conciertos da lugar a que más fechas se abran y en lugares inmensos, donde cada vez es más difícil apreciar el espectáculo, se trata solo de estar. La Creación en masa de ropa siempre ha sido un problema para el medio ambiente (y ni se diga para los derechos humanos de los trabajadores en las fábricas de los grandes conglomerados de las casas de moda) y desde hace unos años la llegada de nuevos competidores ha aumentado la superproducción en este círculo interminable de producción y degaste ambiental.
En recientes fechas ha ocurrido algo curioso con la música, pues si bien tenemos al alcance plataformas que han destronado la industria del CD y formatos físicos, factores como la nostalgia y la necesidad de llenar vacios hicieron que la compra de Vinilos se haya convertido en un mercado que resurge, de nicho claro, pero nada alejado del mercado global donde actualmente encuentras en este icónico formato todas las producciones del momento que suenan en todos lados, desde Taylor Swift o Charlie XCX hasta los mismísimos RBD con ediciones de sus CDs de los 2000s en formato acetato; y por su puesto los grandes clásicos de toda la vida, como Michael Jackson, Madonna o The Beatles.
La Industria del Maquillaje y el vestido por su parte viven uno de los momentos de producción más voraz en su haber, incluso en la creación y repetición de tendencias las cuales, se dice que volvemos a revivir cada 10 a 20 años aproximadamente (lo vimos con el regreso de los pantalanes acampanados de los años 70s en los 2000s, los colores psicodélicos de los 90s y lo vemos hoy en día en el amor de las nuevas generaciones por toda la Y2K Aesthetic (La estética de los años 2000s); pero esta rueda comenzó a girar su ciclo más rápido desde la pandemia acortando décadas en solo años (de 4 a 8), donde se repiten y repiten patrones. Y por su parte la industria del maquillaje y el cuidado de la piel vio una creciente demanda en los últimos 4 años a niveles nunca vistos, creando un espacio para competidores de China y Japón, quienes han tenido un avance y posicionamiento con marcas como “Sheglam” que ofrecen al cliente una experiencia lo más cercana al lujo pero por menos de la mitad de precio y creando que su alta demanda levante los mismos para así dar lugar a otros competidores. Es una veloz carrera de consumismo como nunca la vivos, y esto a la par de tener uno de los momentos más bajos en el planeta en todo sentido (financiera y ambientalmente), donde pagar los servicios básicos y de comida es un verdadero lujo; es un discurso muy contradictorio como podemos (sobre) vivir con tan poco y al mismo tiempo consumir tanto.
Por un lado como un amante del vestir, de la música, de los videojuegos puedo decir “que genial es que exista tanta oferta en productos tan especiales para mi YO consumista” pero en realidad no puedo evitar pensar ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo llegamos a un capitalismo desmedido donde un artista lanza 37 versiones de un mismo álbum para comprar en físico y se venden todas? Por años le apostábamos a que la fantasía de la vida digital terminaría con todo lo tangible en nuestra realidad, pero parece que como humanos solo buscamos más y más en todos los niveles sin importar lo que cueste y las consecuencia esto, deforestación, sequía, cambio climático, especies desaparecidas (ya no solo en peligro de extinción). Y yo se que muy seguramente usted que me está leyendo dice ¿pero qué tiene esto que ver conmigo?
Yo no soy uno de esos consumistas locos que se dejan llevar por la mercadotecnia y el cuento de vivir una experiencia, yo soy un ciudadano común que apenas y llega al final de quincena y con una familia que mantener; pero este fenómeno del que hablo en realidad no es lejano a nosotros; la crisis de recursos es algo de nuestro día a día porque el hiperconsumismo para una nación ya sensible y con dificultad para sobrevivir puede causar mucho daño por mínimo que sea. Tan solo retomemos el vestir, cuántos compramos algo de buen precio en algún sitio o tienda con productos económicos hechos en masa porque es una excelente opción; hasta la ropa de paca es una tendencia emergente del hiperconsumismo (y si no me cree busque en youtube tutoriales para comprar en la ropa de paca). Al final somos todos parte de un sistema del que difícilmente podemos elegir fuera de, o incluso hacerlo sigue representando elegir en el mismo medio. Una solución a esto es difícil de encontrar a nivel ciudadano porque somos demasiados para saber qué es lo más adecuado para unos o para la mayoría; pero quizá la mesura es parte de lo que podemos hacer y justo el punto que puede evitar que la producción en masas de las grandes industrias termine con nuestras finanzas y con nuestro planeta.
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