Tengo que morir todas las noches

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Tengo la percepción de que este año en particular, el entretenimiento en México intenta cubrir una clase de karma por las historias no contadas, las caras no vistas o las problemáticas no abordadas en su momento; esto junto con una tremenda nostalgia por las décadas pasadas (de las cuales les he hablado ya en alguna ocasión) nos ha dado producciones inesperadamente interesantes, honestas, simples, sin más pretensión que reflejar como era la realidad del mexicano en los años 80 o los años 90; y justo en este camino encontré un proyecto del que poco se habla pero que me demostró el rezago cultural en el que vivimos, aun cuando pretendemos que nuestras ideas son tan creativas e innovadoras como las propuestas de otros países, pero principalmente que no tenemos tabúes.

Pues resulta que hace unos meses ya, la plataforma Prime Video estrenó la que oficialmente puede considerarse como la primera serie Queer mexicana, “Tengo que morir todas las noches”, protagonizada por José Antonio Toledano, Silvia Navarro y un grato elenco, basada en el libro del mismo nombre escrito por Guillermo Osorno en 2014; una profunda historia que retrata la diversidad sexual, la contracultura y la represión para la comunidad LGBT+ en la década de los 80s. La serie, que consta de 8 episodios, muestra a varios personajes del México de esos años, cuyas vidas convergen alrededor de El 9, célebre bar ubicado en la Zona Rosa de la Ciudad de México y que pasó a la historia como el primer recinto abiertamente para la comunidad que existió en la capital mexicana.

A través del Guillermo (Toledano), principal protagonista, estudiante de periodismo que llega al entonces Distrito Federal es que conocemos todas las demás historias, como al de Gloria (Silvia Navarro), representante musical abiertamente lesbiana y su tóxica relación con su joven pareja quien es aspirante a cantante; o la de Carlo, uno de los dueños del recinto quien vive una doble vida, siendo un padre y esposo modelo de día y dirigiendo el lugar junto a su pareja por la noche. Aderezado a estás historias, nos situamos en un país que vive una crisis económica (como en todas las décadas), el devastador terremoto del 85 que azotó a la ciudad y por supuesto los primeros embates en el país del VIH/Sida. Una combinación de narrativas desgarradoras con una propuesta visual al límite en color y sonido, en este contexto de la fiesta interminable en la que sus personajes quieren vivir porque es el único momento del día en el que pueden ser sin esconderse, sin miedo, sin ataduras; saboreando cada segundo como si fuera el último porque nunca sabes si a la mañana siguiente serás víctima de un crimen de odio, una enfermedad desconocida o las fuerzas de la naturaleza, y con la incertidumbre de si el sistema judicial o tu propia familia estará ahí para darte la mano o llorar tu partida.

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Una grata sorpresa fue encontrar esta serie que para mi gusto tuvo nula promoción, aun cuando se estrenó desde el mes de junio; y que de principió pasó desapercibida cuando en realidad es un proyecto que más allá de los pequeños fallos que pueda tener en su continuidad o la ambientación (porque claro, no es perfecta) pesa mucho en su discurso y me hizo cuestionarme y darme cuenta que no teníamos un programa que de verdad retratara a la diversidad de nuestro país en conjunto, en todos su colores; porque si, hablemos del avance de la representación masiva en medios que se busca no sea ridiculizado ni estigmatizado, pero en el camino dicha reivindicación ha pasado a reinterpretar al personaje homosexual como un cliché fino, con mundo y educación y sobre todo “guapo y blanco”. Porque en México, como aplica para toda minoría del país, la homofobia viene cargada también de racismo, clasismo, gordofobia y más. Porque no es lo mismo ser un hombre gay que vive en una mansión en Las Lomas que en el barrio, porque ese derecho a la libertad también lo hemos privatizado a la condición social. Entonces al final no hemos crecido ni terminado tabúes, solo hemos cambiado las características del personaje en cuestión para hacerlo “más digno”, sin verdadera libertad, porque seguimos queriendo poner a toda persona en cajas de acuerdo a sus atributos y no pueden salir de ahí. Y mientas en otros países tuvimos los primeros referentes de estas historias desde antes del nuevo mileno (como es el caso de Queer As Folk en el Reino Unido y posteriormente en su versión americana), en México apenas vemos una narrativa de este tipo que ni siquiera tiene el foco de atención debido, porque para nosotros apenas el año pasado ser una mujer trans fue visto con la dignidad debida, ser lesbiana es solo una fase o una desilusión amorosa y ser un hombre homosexual, moreno y sin dinero se describe con otros adjetivos que no puedo escribir. En México la inclusividad también es cuestión de clases sociales y la verdadera inclusión apenas está en pañales.

Una serie que puede ser algo difícil de ver de inicio, pero que quizá no esté hecha para agradar a la mayoría sino para reflejar y dar sensación de visibilidad a unos pocos.

PD. Ver a Silvia Navarro, alguien a quien admiro tanto, en un proyecto así ha sido de lo mejor que ha pasado en este año.

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