Memorias de un caracol

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“La vida no se trata de mirar hacia atrás… “

La prueba justa de que la animación no es un “genero infantil” sino una técnica y estilo narrativo que puede contar las historias más crudas y profundas capaces de tocar fibras sensibles y llegar a los rincones más oscuros del espectador. Memorias de un caracol es la cinta animada de stop- motion nominada al Oscar (la última en llegar a la cartelera de nuestro país) creada por el director australiano de cine Independiente Adam Elliot; un relato estremecedor sobre la vida de Grace Pudel, una solitaria niña aficionada a coleccionar caracoles y todo lo relacionado con ellos, a quien vemos pasar desde su infancia hasta la edad adulta por una montaña rusa de vivencias que podrían superar las de muchos de nosotros juntos, y quizá no en el mejor sentido.

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Grace perdió a su madre al nacer y creció al lado de su hermano gemelo Gilbert y su padre, pero situaciones del destino los llevarán por caminos muy distintos y lejanos física y metafóricamente a través de los años; haciéndonos ver desde la perspectiva de Grace lo duro que puede ser crecer cuando vas perdiendo a todos los que amas y como algunas personas llegan a nuestra vida para ser el verdadero sol de nuestros días, aunque solo el tiempo nos logra demostrar quienes son éstas. Una película fuerte y con un argumento sólido que no tiene reparos para abordar temas y situaciones que van llegando con la edad; como el despertar y la orientación sexual, los primeros amores, los problemas de conducta, la muerte. Todo bajo la narrativa que envuelve el misticismo del caracol presente, no solo por el amor que su protagonista tiene hacia ellos y a quien vemos contarle sus vivencias a su querida Silvia, sino por todo el simbolismo que el mismo mantiene en su forma como una representación de la vida en ese camino que llevan siempre hacia adelante; los miedos que hacen a una persona a refugiarse en su caparazón y el irremediable ciclo de la vida y la forma del todo que apreciamos en las forma geométrica del mismo.

Una simbología importante en una historia que nos hace pasar por tragedias realmente difíciles para cualquiera, pero dándonos siempre ese mensaje que nos dice que hay que seguir avanzando, no como un esperanzador cliché barato de todo estará bien; sino haciéndonos consientes del dolor que implica la vida, para poder disfrutar los momentos buenos. Una narración repleta de personajes tan particulares, profundos, detallados, únicos, como hechos a mano (no solo en su forma sino en su fondo); para llevarnos por situaciones que, aunque nos hacen quebrarnos en pedacitos en más de una ocasión, nos permite conectar y compartir la admiración por la resiliencia de su protagonista; también demostrando como nuestra identidad se forma por los hechos que vamos viviendo, pero la resignificación de los mismos le da sentido a nuestra vida.

Si quieren disfrutar de este excelente trabajo que aún se encuentra en cines no duden en hacerlo, pero OJO; porque como lo menciono arriba, no es una historia infantil por lo que para nada recomiendo que lleven a niños pequeños a verla. Es una historia para jóvenes y adultos que por cierto lleva un doblaje maravilloso al español en las voces de Cassandra Ciangherotti, Magda Giner, Emilio Treviño y Javier Ibarreche. Una película para apreciar la existencia en todo su esplendor, con su luz y sombra; o como ellos mismos lo dicen en la película, citando al existencialista Soren Kierkegaard “La vida solo puede entenderse hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante”.

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