Pedro Lemebel, es reconocido como una de las voces más influyentes en la literatura queer de Latinoamérica. Nacido en Chile en 1952, Lemebel era un artista de performance, poeta, ensayista y escritor que definió gran parte de la contracultura chilena durante la dictadura de Augusto Pinochet. A lo largo de su trabajo, Lemebel buscaba demostrar un Chile gay, transexual, lésbico y subversivo a pesar de la indudable opresión social y política de la época, así como la crisis del VIH y sus consecuencias en la calidad de vida de la comunidad LGBT+.
En una colección de ensayos y poemas traducidos al inglés por Gwendolyn Harper, titulada Una Última Cena de los Apóstoles Queer, la escritura de Lemebel es descrita como el acto de “abrir y desentrañar el español chileno como si fuese un pescado, exponiendo las vísceras culturales de este” (Novey xiv), lo cuál es evidente a través de la facilidad poseída por Lemebel de oscilar entre un español vernacular, lleno de modismos y dobles sentidos, a una prosa indudablemente poética, punzante, y llena de convicción. Lemebel juega con el lenguaje en maneras que son imposibles de traducir completamente; escribiendo una serie de crónicas sobre la escena gay en Chile, a través de sus “locas”, mujeres transexuales o travestis, mayormente trabajadoras sexuales, y quienes le dan color y vida a la lúgubre realidad de la crisis del VIH en medio de la dictadura. Para Lemebel, esta identidad de “loca” era algo maleable, algo local y callejero, algo que no se adhería a los cánones de belleza gay de Norteamérica. Asimismo, jugaba con el uso de los pronombres, el género de los adjetivos, y todas las reglas del lenguaje se volvían una herramienta subversiva al caer en sus manos.
De esta misma manera, Lemebel utiliza el lenguaje vernacular para crear un distanciamiento entre su obra y el canon literario, refinado y pulcro, que históricamente rechaza a grupos marginalizados que no se hacen esclavos de las expectativas del lenguaje. Estableciendo que nunca escribiría nada en Inglés, Lemebel critica la hipocresía de Estados Unidos, y más que nada, su tibieza al enfrentarse con conflictos sociopolíticos en los que los derechos de los blancos siempre eran prioridad. En uno de sus textos, “Crónicas de Nueva York”, Lemebel narra una anécdota al visitar el histórico bar de Stonewall en Nueva York, lugar que marca el inicio de el movimiento por los derechos gays en Estados Unidos. Sin embargo, Lemebel se enfoca en las desteñidas fotos en blanco y negro de las activistas participantes de los disturbios, en medio de un mar capitalista de banderas gays, turistas blancos, tragos y comida impagables, y sobre todo, la abrumadora “blancura” de la cultura gay en Estados Unidos. La historia revisionista Americana pinta la cultura gay como un fenómeno blanco, y el “rainbow washing” comercializa la historia de una lucha. Un fenómeno donde el tercer mundo no cabe, en las palabras de Lemebel: “Y cómo te van a ver si uno es tan re fea y arrastra por el mundo su desnutrición de loca tercermundista. Cómo te van a dar pelota si uno lleva esta cara chilena asombrada frente a este Olimpo de homosexuales potentes y bien comidos que te miran con asco, como diciéndote: Te hacemos el favor de traerte, indiecita, a la catedral del orgullo gay” (Lemebel 17-18).
Las crónicas, ensayos, y poemas de Lemebel me han dejado sin palabras, pero llena de preguntas y de frustración por solamente estarlas leyendo en este momento, ya que Lemebel fue hundido en el mar del canon literario latinoamericano. Sin embargo, las palabras de Lemebel están cargadas de furia, esperanza y longevidad, y más que nada, la negación a dejarse hundir al saber que la lucha continúa.
“Podría escribir clarito, podría escribir sin tantos recovecos, sin tanto remolino inútil. Podría escribir casi telegráfico para la globa y para la homologación simétrica de las lenguas arrodilladas al inglés. Nunca escribiré en inglés, con suerte digo go home. Podría escribir novelas y novelones de historias precisas de silencios simbólicos.[…] Podría escribir sin lengua, como un conductor de CNN, sin acento y sin sal. Pero tengo la lengua salada y las vocales me cantan en vez de educar. ” (Lemebel 1)