De la nota roja a la novela negra

Orfa Alarcón, Javier Hernández, Juan Aboytia, René Padilla y Élmer Mendoza compartieron ideas y recomendaciones del género

¿Cómo lleva un autor noir una nota roja a la ficción? Orfa Alarcón, Javier Hernández, Juan Aboytia y René Padilla, cuatro autores de novelas policíacas, charlaron con su colega Élmer Mendoza, y partieron de esta pregunta para comenzar su participación en la mesa “El delito como provocación literaria”, dentro del ciclo El largo brazo de la literatura negra.

El primero en tomar la palabra fue René Padilla, quien desde hace tiempo ha confrontado la realidad humana gracias a su labor como periodista. Al momento de escribir una novela, contó, busca elegir hechos que se quedaron fuera [del periodismo de nota roja], pero que sirven para la ficción. La cuestión estriba en sostener un caso a partir de la literatura; partir de algo verídico que logre una ficcionalidad consistente. Sobre la tambaleante veracidad de los medios de comunicación, Javier Hernández aseguró que los periódicos, sobre todo los politizados, no cuentan con la totalidad de las cosas, mientras que para el escritor el fundamento de una sociedad es su memoria: “Yo, en el fondo, hago memoria de dónde vivo [en Canarife, Islas Canarias]”.

Orfa Alarcón habló de que, en su caso, en vez del estruendo mediático prefiere abordar la violencia íntima en su literatura, aquella violencia que es un signo interrogativo para el personaje que no se da cuenta de su transición de víctima a victimaria. “La violencia que no tiene salida en los medios requiere de una mirada más fina. […] Toda cantidad de poder vuelve peligrosa a cualquier persona (o personaje)”. Al respecto de la arraigada normalización de la violencia, Juan Aboytia, nombró el emergente subgénero de la “sicaresca” (libros sobre historias de sicarios), y puso como ejemplo la novela de Alarcón: Perra brava. “Es imposible no ser sensible a la violencia que nos rodea, hacemos ficción de la realidad”, agregó y explicó que parte del éxito de las novelas policíacas se debe a la afinidad estética en la literatura por el género negro.

Cuando Élmer Mendoza, moderador de la mesa, preguntó a los invitados la función del lenguaje en sus obras, Hernández compartió que escribe siempre en tercera persona, nunca en primera. Además de tener tres puntos coincidentes en cada libro: la política, la ciudad y uno de sus detectives, Mat Fernández. “La ciudad define a los que viven en ella. […] Lo más peligroso es encontrar a alguien que no tiene nada que perder”. Afirmó que la sociedad puede llegar a ser tan lamentable que es mejor contar las cosas con humor e ironía. Juan Aboytia, por otro lado, expuso que le interesa escribir desde la frontera, y mencionó que los personajes “si están escritos, existen. De eso no cabe duda.” A René Padilla, pese a que pueda resultar un tanto perverso, comentó que le gustaba orillar a sus personajes a hacer cosas por supervivencia, mencionó que el personaje estrella de su novela Soy araña, es un policía quijotesco y honesto que adquiere habilidades superhumanas.

Por último, para Javier Hernández, René Padilla y Orfa Alarcón el lenguaje es fundamental para hacer creíble una historia y darle voz a los personajes, es decir, conseguir su oralidad. Alarcón remató que el lenguaje es la piedra, y que dicta todo: el tiempo, el espacio, la historia, los personajes y el estilo.

La mesa acabó con la recomendación bibliófila y musical de cada autor: Julio Verne, Raymond Carver, Pantera y David Bowie por René Padilla; José Emilio Pacheco, Franz Kafka, Soda Estéreo y Gustavo Cerati por José Aboytia; Antoine de Saint-Exupéry, Alejandro Dumas, John Lennon y Bob Dylan por Javier Hernández; y Emily Brontë, Jack Kerouac, Bad Bunny y Karol G, por Orfa Alarcón.

Foto: FIL Guadalajara

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