
La figura política del Pontífice de Roma, jefe máximo de la Iglesia Católica, siempre tiene influencia en el devenir del mundo. A veces un Papa destaca por ser transformador y estar detrás de alguna agenda que logra modificar la correlación del poder en el planeta.
Otras ocasiones puede destacarse por lo contrario, justamente por no intervenir en el desarrollo de los acontecimientos fuera de la iglesia misma.
Juan Pablo II representa un papado activo que incide en el mundo, particularmente se le considera uno de los promotores de la caída del Muro de Berlín y con ello del final de la “guerra fría”. Ese cambio no fue menor y la transición se dio de una manera casi perfecta de no ser por la guerra en los Balcanes.
El Papa Pio XII estuvo al frente de la Iglesia durante la segunda guerra mundial, se le recuerda por su pasividad ante los abusos cometidos por los nazis.
Se ha documentado que Pio XII estaba al tanto de lo que ocurría en los campos de concentración y nunca lo denunció. En su defensa se dice que la conducta de ese Papa evitó que los católicos de Europa fueran perseguidos por el régimen nazi.
Francisco I fue muy activo en ciertos temas, se recuerda su compromiso con la defensa de los derechos de los migrantes y de otros grupos excluidos de la sociedad.
También se recuerda a un Papa Francisco que hizo suyas causas que antes la iglesia ignoraba. Fue un defensor del medio ambiente, combatió los modelos económicos depredadores del entorno ecológico y de la dignidad del ser humano, al establecer conceptos como el pecado social y el pecado ecológico.
La profundidad del pensamiento del Papa Francisco I afectó intereses y concepciones al interior de la propia Iglesia Católica. No prosperaron muchas de las reformas que impulsó porque no fue capaz de vencer a los grupos de poder establecido en la jerarquía eclesiástica.
El discurso reformador y disruptivo que utilizó Francisco I ocurrió en tiempos en los que se gestaban cambios y se empoderaban nuevos liderazgos políticos. Me parece que la integridad intelectual y ética de Jorge Mario Bergoglio no alcanzó a todos los regímenes políticos por igual. Mientras que fue implacable al señalar la corrupción y los abusos de poder en gobiernos de corte neoliberal, fue omiso con los excesos de gobiernos de izquierda como los de Venezuela y Cuba.
La visita del Papa Francisco I a México en 2016 tuvo efectos importantes en la política nacional. Los discursos del Pontífice tocaron temas sensibles como la corrupción, la pobreza y la desigualdad, la violencia y la delincuencia. El mensaje se pronunció con un formato diplomático pero directo que caló hondo en la sociedad mexicana y que la oposición utilizó como bandera. Aquella oposición es hoy el gobierno de MORENA.
Al igual que en México, el Papa Francisco I fue tocando fibras sensibles en diversas partes del mundo. Algunas ocasiones el discurso entró en sintonía e impulsó cambios, pero en otras fue rechazado y levantó resistencias. Los nacionalismos de corte conservador llegaron al poder en diversas naciones porque se opusieron a las olas de migrantes “invasores”, la globalización, el libre comercio y el combate al cambio climático.
La agenda de Francisco I deja tras de sí un legado inacabado. Hoy el mundo está más convulsionado y en crisis de lo que estaba en 2013 cuando Francisco I llegó al papado. Lo que ocurre en estos momentos no es obra de Bergoglio, pero su papel como portador de un discurso disruptivo tuvo repercusiones que deberán de ser valoradas por los historiadores del futuro.
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Foto: EFE