El morbo vende

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¿Por qué nos gusta tanto saber los detalles personales de la gente pública? ¿Por qué nos armamos una novela imaginaria alrededor de los dramas de una persona? ¿Es verdad que la vida puede ser tan monótona que la fantasía de un evento emocionante, sea de quien sea, puede darle algo de sabor a nuestro día a día?

Por algo el arte en todas sus expresiones, como en el cine y la televisión, es tan trascendente y llega a ocupar un lugar realmente importante en nuestras vidas; estos últimos por ejemplo, se vuelven parte la forma en la que percibimos al mundo y, triste o no, en la forma en que aprendemos a relacionarnos y ver nuestra propia existencia. Y me pregunto todo esto porque a en el abanico de las posibilidades televisivas y de la pantalla grande, a últimas fechas el recurso de narrar la vida de alguien famoso se volvió un opción que a mi gusto al menos, hace unos años parecía algo simple, una mera biografía representada con la finalidad de contar y de celebrar la vida y muerte de alguien relevante; pero ¿qué pasa cuando esa narrativa cambia de un acontecimiento a representar a un circo de escrutinio y ficción que deja del lado la veracidad de los hechos para poder mostrar una historia fabulosa y enganchante? ¿Es válido alterar los sucesos a cambio de una mejor construcción narrativa?

Dicen que el arte imita a la vida, pero muchas veces la vida parece imitar el arte; y en ese afán de crear algo llamativo o escandaloso, serán validas todas las mentiras necesarias que parezcan verdad, porque en la lucha por el rating y la popularidad todo es aceptable y las palabras sean buenas o malas, cuentan mientras sean sobre ti. A nivel mundial tuvimos un gran evento televisivo como “The Crown”, que nos mostró la ficción de la vida de La Reina de Inglaterra, pero todos sabíamos perfecto que esperábamos llegar al momento más trascendental de la historia en la cultura popular, la llegada de Lady Di a la vida de la Familia Real y ver todo el drama de su matrimonio con Carlos hasta su triste fallecimiento. Y es justo ese el mejor ejemplo de cómo la vida de alguien puede volverse un circo para muchos más.

Ya habíamos visto un primer paso cuando durante los 2000s el género del Reality Show se volvió una moda importante, una “innovadora” y “transparente” forma de entretenimiento que con los años descubrimos era más Show que realidad, y es quizá por eso que en el afán de querer narrarnos historias de vida emocionantes empezaron a ficcionar tanto la biografía de muchas personalidad. Historias de famosos, de empresarios, de empresas, hasta de sabores de frituras y tenis (Porque la película de Flaming Hot y AIR son muy buenas), bueno hasta una historia sobre “Tetris” nos muestra que podemos romantizar cualquier evento por mero entretenimiento. Y si bien, la historia final puede valer el esfuerzo, las implicaciones para una sociedad y para sus involucrados son bastante altas. Al menos en México los medios, y sobre todo la televisión, educan a nuestra población más que un libro, por lo que todo lo que se diga en una “ficción” será tomado como real en la mayoría de las ocasiones, y en la sociedad en general, cada vez se vuelve más difícil distinguir la línea donde termina la realidad y empieza la ficción.

Lo vivimos con la Serie de Luis Miguel que demostró justo ser una mina de oro para nuestro país, con nuestro público. Lo hemos visto ya repetirse con una larga lista de ficciones sobre Juan Gabriel, Silvia Pinal, Alejandra Guzmán, Vicente Fernández, María Félix, Lupita D´alessio y  en este momento lo vemos retratado más que nunca con un evento tan impactante para la cultura popular como la muerte de Paco Stanley; la cual ha causado bastantes comentarios para bien y para mal, y se ha convertido a mi gusto en el punto de inflexión en este tema de la “borrosa línea entre la realidad y la ficción”, no porque antes no lo hayamos visto (porque en la Biografía de Luis Miguel, parece que se tomaron varias libertades pero aprobadas por él mismo), y tampoco porque la serie profundice en algo que no sabemos porque por el contrario queda en la completa superficialidad del asunto; pero al ser un evento que la sociedad de cierta edad domina tan bien, es muy fácil opinar y tener una postura para la mayoría y nos deja cuestionando, ¿Qué tanto es válido armar una trama de ficción basada en hechos reales? Pero peor aún, ¿dónde queda la intimidad de ciertas personas, que sin saber si son culpables o no, pasan a despersonificarse y volverse un accesorio, un personaje al que se le puede sentenciar con facilidad de ser verás su representación? Y esta preocupación no viene tanto por el caso en particular, sino en hacia donde nos llevará en unos años, no en su género pero quizá en uno más deshumanizante.

Creo yo que este puede ser el punto más alto y el más bajo al momento, en el entretenimiento con escrutinio porque a diferencia de show de tele realidad, la mayoría de los involucrados no está firmando un acuerdo para usar su imagen, y al no ser textualmente la persona en cuestión a quien se retrata, quedan viviendo en ese limbo entre la realidad y la fantasía, igual que nuestra memoria, que empieza a perder noción de que es real y que es un invento mediático.

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