La moda como entretenimiento (segunda parte)

Met

El evento más importante del mundo fashionista, el Super Bowl del mundo de la moda tuvo lugar hace unos días, como es costumbre el primer lunes de Mayo. Hablamos de la Met Gala, la cena más importante donde un reducido número de celebridades y personas influyentes y de alto estatus pasan una velada muy exclusiva a beneficio del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, específicamente del Instituto del Vestido que es hacia donde se destina todo lo recaudado durante la noche y pasa a ser el presupuesto anual para apoyo de dicho organismo, además de dar inicio la exposición de Moda Anual que el museo presenta. Y justo este evento que se ha convertido en la delicia de los fashionistas y no tanto es el mejor ejemplo de cómo la obsesión por la estética visual en la vida diaria de las nuevas generaciones se ha convertido en algo tan primordial, como en verdad vivimos por vestir y aparentar (bueno hablando de muchas personas, no precisamente de quien lo está leyendo, pero entiéndase el punto).

Ya lo comentaba yo en la primera parte de mi columna la semana pasada (si se la perdieron pueden revisar en el sitio web porque hablamos del contexto de este tema), en la era visual la identidad al vestir y la narrativa en la estética pasa a ser un discurso importante de la individualidad humana, o eso creemos, y por ello industrias como la del Fast Fashion tienen mayor dominio en la vida del joven y adulto joven de lo que hace unos años; y también tienen gran peso en la crisis ambiental que vivimos en este momento, una terrible consecuencia. El claro ejemplo de esta evolución lo vemos reflejado en la gala del Met. Para tener un contexto más amplio, esta cena tan importante tiene lugar desde 1948, a pocos años de que el Instituto se trasladara al Museo de New York, movimiento con el cual se buscó que la industria de la moda estadounidense se encargará de todo lo relacionado a su sustento, por lo que la creación de un evento tan exclusivo sería una estrategia perfecta para poder financiar todas las necesidades del “Costume Institute” dedicado tanto a la formación y apoyo a profesionales como por supuesto, a la preservación de las obras más importantes y representativas de la industria del diseño; por ello la relevancia de dicha gala que siendo muy honestos a nosotros podría o debería darnos lo mismo y más estando fuera de dicho país, pero como cultura general y para los amantes de las artes y de la moda viene a ser un referente importante que en muchas ocasiones ni siquiera llega a dimensionarse su relevancia y solo se sigue por fanatismo.

Y bien, ¿cómo esta gala es el mayor ejemplo de lo que llamo la moda por entretenimiento? Pues entendamos que la Gala del Met desde su origen se caracterizó por ser un evento bastante secreto al que en primer lugar solo asistían personas con una gran capacidad adquisitiva, fundamental para poder tener grandes sumas de dinero para el presupuesto del año; lo que en conjunto daba este ambiente de ser algo muy privilegiado. Siendo una noche que celebra el vestir, el concepto del arte y el mensaje del diseño, el código de vestimenta debe ser algo muy específico que haga referencia a lo mismo, que celebre al instituto y dado que la fiesta es también el inicio de la exposición anual, que mejor que los invitados hagan su mayor esfuerzo por representar o hacer referencia a la muestra; es aquí cuando todo pasa a un nuevo nivel de preparación para el evento, donde se incluyen a las grandes marcas y casas de moda que buscan colaborar con los asistentes y tener el spotlight en el momento cumbre.

Por años la gala ha sido algo obligado, y aunque en un inicio se celebró en el Rockefeller Center y hoy por hoy tiene lugar en el MET, fue en realidad hasta la década de los 90 que comenzó a ser un referente sutil dentro de la cultura pop, de la mano de la llegada de las supermodelos, lo que lo hacía cada vez más del interés del público, además de todas las celebridades y leyendas de la música y el cine que generaban interés. Para el nuevo milenio la Gala sería ya un evento consolidado en la mente de la sociedad pero del que solo teníamos fotografías y  videos, nuevamente respetando el secretismo con el que todo se maneja dentro de (incluso es bien sabido que las fotos y videos dentro de la gala están absolutamente prohibidas por respeto a la privacidad de los asistentes). Pero no es hasta entrados los 2010s y en plena era de la revolución digital moderna, así lo veo yo, que con el creciente dominio de las nuevas generaciones se volvería cada vez más relevante para el ojo público el saber minuto a minuto, detalle a detalles quién, cómo, por qué y usando qué asistiría, lo que llevaría al inicio de la transmisión vía internet y tv de toda la Alfombra que es en realidad el momento importante para todos, el performance que esperamos cada año.

Curiosamente, aunque en la parte digital este tópico cobraba relevancia para generaciones más jóvenes, para grupos importantes como empresarios el interés comenzó a decaer, lo que llevaría a Anna Wintour, editora de Vogue y encargada de la Gala desde los 90s a romper su regla de solo invitar a actores, cantantes y famosos de los medios tradicionales así como empresarios, y abrir paso a figuras nacidas en la web y posteriormente la colaboración del evento con varias redes para justo llegar a ese público que en verdad se ve interesado, convirtiéndolo en algo relevante nuevamente, tratando de atraer de nuevo la atención de los grupos que pueden solventar el presupuesto y al mismo tiempo mantener la cierta privacidad y sensación de privilegio que se supone es parte de la misma. Y con esta evolución, vemos justo reflejado como la identidad visual y la estética se vuelven imprescindibles para el individuo que busca estar al tanto y que además considera su derecho de tener una postura ante la decisión de vestido de cada asistente, completando el círculo de entretenimiento y de vestir por y para el entretenimiento. Porque en una era donde más que nunca lo que usas es lo que representas, todos nos sentimos jueces del desfile de modas de la vida, aun cuando nuestros argumentos no estén verdaderamente fundamentados.

POR ANGEL SARMIENTO

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