
El cine estadounidense parece atravesar un momento de crisis tanto en sus narrativas como en su recepción global; lo podemos ver reflejado en la recaudación de taquilla venida a la baja en los últimos veranos, incomparable con las exorbitantes cifras de entradas de la década pasada. Este declive no solo se puede atribuir a factores como la recesión post-COVID o la proliferación de plataformas de streaming que popularizaron el cine de otros países; el desgaste de géneros como el de superhéroes y hasta los conflictos políticos y sociales internos permean en los resultados de muchas de sus producciones. Esta situación también sugiere un posible hartazgo del público hacia la narrativa “americana” tradicional, y el contenido de películas recientes como “La noche siempre llega” pretende evidenciar cómo las historias que antes se consideraban extremas, ahora reflejan la realidad de un país cuya imagen idílica de libertad y riqueza está en constante deterioro.
“La noche siempre llega” es la nueva película de Netflix que ha escalado rápidamente en el ranking de la plataforma. Basada en la novela homónima del escritor Willy Vlautin y publicada en 2021; se presenta como un tenso thriller social que va más allá de la simple carrera contrarreloj.
Protagonizada por una impactante Vanessa Kirby (que recientemente vimos en “Los 4 fantásticos: Primeros Pasos”), la cinta sigue a Lynette, una mujer que en el transcurso de una sola noche debe conseguir 25,000 dólares para evitar el desalojo de su madre y su hermano (a quien servicios infantiles quiere quitarle por no tener los recursos para darle la atención adecuada, pues padece síndrome de Down). Una cinta que más allá de la premisa de suspenso, profundiza en las complejidades de la desigualdad social y la crisis de la vivienda en Estados Unidos que es ya una realidad inminente para muchos. El director Benjamin Caron, conocido por su trabajo en series como “The Crown”, imprime un ritmo frenético y claustrofóbico que sumerge al espectador en la desesperada odisea de la protagonista a través de los bajos fondos de Portland. La ciudad se convierte en un personaje más, un laberinto frío e indiferente que refleja la lucha de los más vulnerables en un sistema que parece darles la espalda.
Un retrato crudo y desesperado de la lucha por sobrevivir en los márgenes de la sociedad cuya alma reside en la interpretación de Kirby; un verdadero “tour de forcé” que ancla la historia en una realidad tangible. Su personaje no es una heroína perfecta, sino una mujer compleja, llena de fallas, pero con una inquebrantable voluntad de proteger a los suyos. Vemos su frustración, su miedo y su resiliencia en cada gesto, en cada mirada que nos obliga a empatizar con la desesperación de Lynette. Aunque la trama tiene varios atajos que no convencen del todo, el retrato humano de su protagonista es lo que realmente eleva la película y revela un discurso que en la vida real se ahoga tras las apariencias de un país que dista mucho de sus años gloriosos.
Al igual que la también recientemente estrenada “Harta”, cinta protagonizada por Taraji P. Henson y que narra la vida de una madre soltera que enfrenta los desafíos de la vida en una ciudad estadounidense empobrecida mientras lucha por darle un futuro a su hija enferma; tocando igualmente temas sobre la crisis de vivienda, el empobrecimiento y por supuesto la desigualdad de clases y violencia contra afroamericanos; “La noche siempre llega” parece un ensayo más que busca dar foco a los problemas sociales que aquejan a una nación que se niega a ver sus propia crisis, y por tanto lleva al límite historias de personas en situación vulnerable que incluso para nosotros pueden llegar a caer en el absurdo de un programa comunitario de televisión abierta, pero trata de poner el dedo en la llaga como una crítica o desahogo a la precariedad que el filme tradicional americano pasa por alto.
Si bien “La noche siempre llega” puede resultar agotadora en algunos tramos y ha sido criticada por los “atajos baratos” de su guion, su mayor virtud reside en el crudo retrato de su protagonista.
La cinta no busca un final feliz ni complaciente, sino que deja al espectador reflexionando sobre el significado de la supervivencia y el precio del sueño americano en un contexto de marginalidad e individualidad. Es una película que, aunque no esté exenta de fallos (incluso son más que los aciertos), logra el cometido de ser un angustiante y conmovedor relato sobre la lucha de quienes no tienen nada que perder. Ambas cintas que menciono están ya disponibles en Netflix y buscan ser un reflejo de la incómoda realidad que un pueblo quiere esconder, aun cuando parezcan más una parodia de episodio de telenovela.
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