En todo el mundo las encuestas electorales están bajo sospecha y seriamente cuestionada su confiabilidad para estimar las preferencias electorales. A diferencia de lo que ocurre con otras investigaciones de mercados o sociales, las encuestas electorales tienen una manera muy específica de validarse: el resultado de la elección.
Toda la veracidad de un estudio, de una firma y ahora hasta de una industria global, se resuelve en el conteo de los votos. Eso no ocurre con las estimaciones del mercado inmobiliario, financiero o de alimentos, por citar algunos de los cientos de mercados de los que habitualmente se levantan encuestas.
Volvamos a las definiciones básicas. Las encuestas electorales son estudios que se realizan para conocer la conformación de las preferencias de una población con respecto a una combinación de candidatos y partidos. La investigación se basa en el diseño y levantamiento de muestras aplicadas a un reducido número de informantes. A partir de esas muestras se puede estimar cómo y en qué proporción se conforman las preferencias dentro de un intervalo de error y confianza estadística.
Las campañas políticas sirven para comunicar y persuadir a un electorado. Por su naturaleza las campañas buscan incidir en las preferencias ciudadanas y las encuestas son un instrumento que ayudan a ese propósito. Pensar que las encuestas electorales son solo pronósticos de una elección es una visión reducida y distorsionada de su papel en la política.
Mucha gente se pregunta ¿Por qué están fallando las encuestas? Yo diría que la pregunta correcta es ¿Qué cambió en las elecciones que ahora las estimaciones de las encuestas son menos precisas? Para mí solo hay una respuesta: el surgimiento de líderes políticos y candidatos que polarizan al electorado como nunca había pasado en la democracia contemporánea. Desde Estados Unidos o Reino Unido, hasta Brasil o México, el surgimiento de candidatos con estrategias populistas son la causa de la distorsión que hemos visto en los últimos años.
Una constante en las tácticas populistas es el cuestionamiento del sistema electoral y de todos los que en él actúan. Los candidatos suelen acusar que la prensa, los grupos de interés, el gobierno y las encuestas son parte de una confabulación en su contra. Eso ocasiona que una parte de la ciudadanía actúe con desconfianza ante esos actores y oculten o tergiversen el sentido de su voto. Ese fue el caso en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, que las encuestas no fueron capaces de medir el triunfo de Trump en los estados llamados “bisagra”.
Las tácticas populistas para hacer campaña también provocan estados emocionales alterados en la sociedad. Estimulan sentimientos como miedo, frustración, odio y tristeza que canalizan en contra de alguien, de un enemigo político al que es preciso derrotar. Dichos estados emocionales alterados también provocan conductas erráticas de los ciudadanos al definir sus preferencias electorales. Así ocurrió en Reino Unido en 2016 con el plebiscito del BREXIT, en las elecciones de Estados Unidos en 2020 o en las de Brasil de 2022.
Otro factor son las presiones y chantajes que suelen hacer los gobiernos populistas a los beneficiarios de programas sociales (que para ellos son clientelas electorales). Cuando se levanta la encuesta una parte de los entrevistados oculta o miente sobre sus preferencias por temor a perder los beneficios que recibe del gobierno. Eso ocurre en México con mucha más frecuencia desde que MORENA llegó al poder y seguirá ocurriendo en las elecciones de 2024.
Las estimaciones de elecciones locales también están sometidas a idénticas situaciones. Hemos observado que las preferencias a favor de los candidatos de MORENA a gobernador o presidente municipal de ciudades grandes, suelen presentar un mayor porcentaje de intención de voto que los votos obtenidos en las elecciones. Eso ocurre porque una parte de los informantes dicen que votarán por MORENA, pero el día de las elecciones no llegan a las urnas. Las encuestas de nuestra firma MAS DATA midieron ese fenómeno en Puebla en el 2019, así como en Quintana Roo, Colima, Tlaxcala y Sinaloa en 2021. Es un hecho curioso porque las estimaciones de voto del resto de los candidatos corresponden con los votos que obtuvieron en las elecciones, mientras que los de MORENA suelen presentar estimaciones mayores a los votos que finalmente recibieron.
¿Estaba mal la encuesta al estimar correctamente a todos los candidatos menos a uno? Yo creo que sí y lo mismo habría pensado si la encuesta estima correctamente al ganador y no al resto de los candidatos. Nuestra obligación como encuestadores es encontrar la manera de anticipar esas desviaciones y adaptar nuestros métodos de estimación para corregir los sesgos.
Prevalece la idea equivocada de que es más complicado estimar mediante encuestas una elección de presidente de la República o de gobernador que la de un presidente municipal. Lo que sí es más fácil y barato es el levantamiento de los datos pero la precisión de las estimaciones es la misma para un mismo tamaño de muestra en una población de 50 mil que para una de 5 millones o de 90 millones. La diferencia es la susceptibilidad a modificar el resultado mediante la acción de los llamados “operadores electorales”. Ya que el día de las elecciones pueden (y de hecho lo hacen) intervenir y modificar el resultado de una elección municipal con un esfuerzo relativamente sencillo.
Para ilustrar lo que afirmo imaginemos que “alguien” quiere altear el resultado de las elecciones en los municipios de Puebla y de San Martín Texmelucan. Si en Puebla vota el 35% de la lista nominal que equivale a 455 mil votos, para modificar 5% de esos votos es preciso que los operadores “incidan” en casi 23 mil electores. Ello requiere de mucho dinero en efectivo, gente, logística y de suerte para que nadie los denuncie en los medios de comunicación. Mientras que en Texmelucan en una elección de 35% de participación, que equivale a 40 mil votos, solo con “operar” 2 mil electores se puede alterar el 5% de los votos y con ello al ganador de la elección, además de que los operadores pueden actuar en localidades alejadas de la prensa.
Nuestra democracia dista mucho de ser perfecta. En ninguna parte del mundo todos los ciudadanos están conformes con su democracia. Lo que sí es un hecho es que no hay otro mejor sistema político. Las encuestas son una parte del sistema que debemos de cuidar y los profesionales debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para continuar siendo un instrumento confiable que modula la incertidumbre y valida el funcionamiento de la democracia.
Foto: Es Imagen / Archivo / José Castañares