
La nostalgia vende y en México vende muy bien, esa sensación de seguridad que nos da todo lo que nos recuerda la infancia y adolescencia, los tiempos en los que no teníamos tantas responsabilidades o que la adultez no comía parte de nuestra felicidad diaria con dudas y miedos. En una sociedad donde cada día vivimos en incertidumbre sobre el futuro y angustiados por el presente entre reformas, inseguridad, el aumento en precios y el encarecimiento general de la vida; donde parece incluso que adquirir una casa es algo realmente difícil o prácticamente imposible para muchos, la sensación de alivio que da para un adulto, principalmente para un millenial, todo lo que le evoca décadas anteriores es una bocanada de aire fresco; es por ello que al treintañero le satisface tanto mantener una forma de vida que le recuerde su juventud. El entretenimiento sabe muy bien cómo sacarle provecho a esto y por eso llevamos años, décadas, una vida para muchos, repitiendo fórmulas o sacando jugo de todo lo que pueda representar un negocio en lo que a nostalgia se refiera, aunque esta no sea de la mejor calidad. A recientes fechas tenemos un buen y bien hecho ejemplo de esto con la cinta Beetlejuice Beetlejuice (Warner 2024) estrenando en cartelera, donde además de apostarle a un público seguro que creció con la película original, aprovecha para aportar algo más de contenido a la trama y darnos una propuesta final que se sustenta y le apuesta a una próxima entrega (cumpliendo justo el ciclo del negocio que hablamos).
Y como este ejemplo tenemos muchos cada año, pero hoy quiero enfocarme un poco más en un proyecto que sin tirarle a mucho, poco a poco se está convirtiendo en un suceso interesante en el mundo del streaming en México, me refiero a la serie “Nadie nos va a extrañar” que tuvo su estreno hace unas semanas a través de la plataforma de Prime Video. La serie, creada por Adriana Pelusi (Control Z) y Gibrán Portela, y protagonizada por un joven y relativamente nuevo elenco que incluye a Axel Madrazo y Nicolás Haza es un drama juvenil que se sitúa en el México de los años noventa, específicamente en el año 1994; con una sociedad en pleno cambio, entre la devaluación del peso, la globalización y los albores para el común de nuestra sociedad de la no muy lejana era digital que llegaría con el nuevo milenio, donde 5 perdedores manejan un negocio ilegal vendiendo tareas en su preparatoria en Ciudad de México (bueno, en el Distrito Federal), porque obviamente nadie nunca sospecha de los nerds en los 90s. Este negocio les trae dinero y popularidad y es el pretexto perfecto para llevarnos en este viaje por la música, la moda, la ideología y las perspectivas e ideales que un adolescente de estos años puede tener. Viviendo entre los problemas típicos de la edad, los primeros amores y el riesgo de que el negocio se venga abajo con una muerte inesperada, la serie hace un gran retrato de nuestro contexto social en dichos años y de una manera muy sutil pero siempre constante que va conectando con el espectador (que vivió en esa época) para llegar a sus más profundos recuerdos y sensaciones, siendo un viaje que vale la pena tomar; y sin dejar del lado asuntos que quizá no se veían reflejados en los personajes principales de los dramas de esos años, como las inseguridades por no cumplir con los estándares de belleza o el ocultar tu orientación sexual en una aun difícil era para la comunidad; y por supuesto las diferencias en las clases sociales.
Si bien la trama no nos dice mucho de inicio y suena como algo muy genérico, la parte visual, el diseño de vestuario, la música que va de Ace of Base a Fobia (y con un tema inédito a cargo de Julieta Venegas), son todos elementos que suman mucho más en conjunto a la experiencia. La meticulosidad con que se llevó a cabo la selección de locaciones, elementos y las referencias que se toman nos muestran el nivel de compromiso de un proyecto tan sencillo pero al mismo tiempo honesto y que no trata ser referente de moda para las nuevas generaciones, algo difícil en tiempos donde cada proyecto busca posicionarse como la estética a seguir para el consumismo de la nueva década; pero que en este caso solo trata de reflejar fielmente la vida que tuvimos antes de la inmediatez de hoy, cuando íbamos un poco más despacio y con grandes sueños, sin ponernos a pensar como su nombre lo dice, en si cuando nos vayamos de este mundo nadie nos va a extrañar.
Difícilmente tenemos formatos de entretenimiento en serie que nos remonten tanto a la adolescencia real que vivimos en el país (no a la que aspirábamos en esos años a través de shows como Beverly Hills 90210); sino que nos recuerdan esos años en el contexto que vivimos, eso hace tan especial esta serie; porque es una fotografía, un video a como de verdad crecimos, me atrevería a decir que es algo así como lo que hubieran sido “Los Años Maravillosos” y “Dawson´s Creek” de filmarse en México en los gloriosos años 90.
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