En Latinoamérica existe alta prevalencia de enfermedades crónicas, y esto es resultado de cambios en el sistema alimentario en América Latina, que fomentan el consumo de productos comestibles y bebibles ultraprocesados, señaló el director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (CINS) del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) de la Secretaría de Salud, Simón Barquera Cervera.
Durante su participación en la presentación de la Red Latinoamericana de Estados para la Transformación de los Sistemas Alimentarios y una Mejor Nutrición, Simón Barquera enfatizó que México registra uno de los consumos de bebidas azucaradas más altos a nivel global, y experimenta una rápida transición a enfermedades crónicas, asociadas especialmente a la mala nutrición.
Ante personas expertas en el tema de México y Latinoamérica, participantes de forma presencial o virtual, el director del CINS añadió que esta situación no se podría explicar sin la interferencia de las corporaciones transnacionales en las políticas públicas, con el propósito de incentivar el consumo de ultraprocesados, en perjuicio de la salud de la población.
El también presidente electo de la Federación Mundial de Obesidad ponderó que México en particular, y América Latina en general, son pioneros y ejemplo por la cantidad de iniciativas destinadas a modificar para bien del entorno alimentario; no obstante, no existe un marco suficientemente sólido para ejercer un verdadero control sobre la proliferación del consumo de productos ultraprocesados.
Al presentar el Reporte del grupo independiente para la evaluación de la transformación de los sistemas alimentarios, una reflexión para Latinoamérica, el experto insistió en que es necesario que frente al consumo de productos ultraprocesados, las naciones latinoamericanas adopten medidas similares a las impulsadas para disminuir el consumo de tabaco, en virtud de que existe evidencia de que estos productos comestibles y bebibles constituyen una amenaza para la salud.
Destacó que la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que es el brazo en el hemisferio occidental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), reconocen a América Latina por los esfuerzos en cuanto a medidas fiscales, restricciones en publicidad, etiquetado de advertencia, regulación de puntos de venta, guías dietéticas saludables y sostenibles y regulaciones en el entorno escolar.
Señaló que los resultados deseados son insuficientes en cuanto a protección de la lactancia materna y mecanismos para salvaguardar las políticas públicas de la interferencia de la industria, por lo que es necesario redoblar esfuerzos en esa dirección.
En lo referente a la transformación de los sistemas alimentarios, hizo énfasis en la necesidad de establecer mecanismos de medición del ritmo y el alcance de las transformaciones que se logren en cada país, basados en indicadores específicos que permitan monitorear el progreso a nivel nacional, subnacional, regional y mundial.
Sostuvo que los productos y prácticas de algunos actores comerciales son responsables del aumento de enfermedades prevenibles y contribuyen al daño planetario, a las inequidades sociales y de la salud.
El poder de las corporaciones transnacionales que están detrás de las empresas productoras de alimentos ultraprocesados les permite incidir en las políticas públicas, desde su diseño hasta su implementación, y continuar la producción y comercialización de alimentos malsanos.
Para contrarrestar este desequilibrio, planteó que es necesario blindar las políticas públicas frente a la interferencia nociva de la industria. En este contexto, la Red Latinoamericana de Estados para la Transformación de los Sistemas Alimentarios y una Mejor Nutrición es una iniciativa invaluable para el desarrollo de políticas públicas efectivas y un mecanismo que puede generar la sinergia regional y apoyar el desarrollo de grupos multisectoriales y de sus planes nacionales.